Un pique es una competencia ilegal de motos o autos en la vía pública, donde se desarrollan velocidades temerarias y cuyos accidentes generan discapacidad y muerte.
Las constantes noticias evidencian que la Policía de Tránsito ha sido poco eficiente en su control, pese a que, según reportes oficiales, se han tramitado casos de conducción temeraria y se han bajado placas.
Hay otras áreas donde el Tránsito no actúa con firmeza: estacionamientos en zona amarilla (que hacen que calles de dos carriles queden con solo uno); cruces de calles bloqueados (que tornan inútiles los semáforos); y vehículos sobre las aceras que comprometen la seguridad de los peatones e impiden el paso de coches y sillas de ruedas.
La impotencia ante tales irregularidades viales es enorme y nos hemos acostumbrado a vivir en el caos.
Tampoco hay ya protestas porque las actividades en el Estadio Nacional (y otros “acontecimientos masivos”) generan calles y aceras inundadas de vehículos mal estacionados, hidrantes bloqueados y “guachimanes” que amedrentan por un cobro ilegal por cuidar un vehículo.
¿Nos devolverá la Policía de Tránsito algún día la dignidad de peatones y conductores? ¿Qué hace falta, además de simple voluntad, para que los tráficos hagan partes, saquen grúas, retiren vehículos mal estacionados y actúen frente a los piques y demás ilegalidades que nos quitan la paz y la tranquilidad en las vías públicas?
La autora es odontóloga y especialista en salud pública.