Este año recibimos una mala noticia: los niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera superaron las 410 partes por millón (ppm), con tasas de crecimiento cercanas a las 2 ppm anuales.
Este crecimiento es considerado por expertos de la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera (NOOA, por sus siglas en inglés) como un verdadero shock para el planeta, lo cual implicaría que probablemente se superen los dos centígrados de aumento de temperatura, con consecuencias catastróficas para el planeta, entre ellas, aumentos del nivel del mar, sequías e inundaciones más intensas, extinción de especies, pérdida de productividad agrícola y mayor pobreza.
Los especialistas recomiendan tomar medidas urgentes y la ciencia nos envía un mensaje claro y categórico: “No podemos continuar con el statu quo”.
Por ello, el desarrollo de energías renovables se vuelve un imperativo para el planeta. Ya no podemos seguir pateando la bola para adelante, priorizando intereses económicos y postergando decisiones y cambios radicales.
Nuestro planeta no soporta más y es urgente acabar con un modelo basado en la quema de combustibles fósiles.
Capacidad. Costa Rica es un país ejemplo en materia de desarrollo eléctrico, con más del 98% de su electricidad producida con fuentes renovables. Del mismo modo, tenemos el potencial para desarrollar y alimentar redes de transporte verdaderamente sostenibles, alimentadas con energía renovable, meta a la que muy pocos países del mundo pueden en estos momentos aspirar.
A pesar de estos logros y potencialidades, surgen voces de personas y partidos políticos abogando para que Costa Rica inicie la explotación de petróleo y gas natural. Su propuesta implica ingresar al grupo de países productores de petróleo y desistir de la senda seguida como país protector del ambiente, líder regional en energías renovables.
Quienes defienden estas explotaciones alegan que los recursos económicos ahorrados por importación de combustibles fósiles permitirían financiar la transición hacia las energías renovables.
Lo que no dicen es que si Costa Rica entrara a explotar petróleo esa transición en vez de durar 25 años seguramente tomaría 50 o más años, porque se crearía toda una industria alrededor de estos hidrocarburos, con normativa, empresas, acuerdos internacionales, infraestructura, relaciones comerciales, que amarrarían a nuestro país a muchos años de petróleo, presos de un modelo energético agotado. Además, si todos los países en desarrollo asumieran esa posición, el aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero sería significativo y agravaría la situación del cambio climático en el planeta.
Intereses. Cabe preguntarse qué intereses defienden quienes promueven esta “petrolización” de Costa Rica, así como la ética asociada a explotar petróleo para financiar renovables.
Esto significa seguir dañando el planeta por muchos años para obtener los recursos para limpiar la atmósfera, algo totalmente contradictorio. Sería análogo a financiar la lucha contra el narcotráfico con ingresos provenientes de la venta de droga que realice un gobierno, algo totalmente ilógico y absurdo.
No hagamos caso a esas voces que pretender sumir a Costa Rica en un negro y oscuro futuro, tan negro como el petróleo mismo. Si Noruega hace 40 años en vez de iniciar su ruta petrolera hubiese iniciado su camino hacia las energías renovables, hoy tendría redes eléctricas y de transporte 100% renovables, utilizando energías limpias.
Luego de la COP 21 de París, se han logrado acuerdos y compromisos importantes para mitigar el cambio climático. Estos logros, así como las pretensiones del país de ser carbono neutral a corto plazo, no deberían abandonarse.
Si queremos un mundo energéticamente distinto, el petróleo debe tener sus días contados. Las energías renovables y los sistemas de transporte eléctrico (autos, trenes, buses, motos y bicicletas eléctricas) alimentados con este tipo de energías son el futuro.
El autor es ingeniero civil, especialista en manejo de recursos naturales.