El sábado 28 de mayo anterior, LaNación publica una noticia que, desgraciadamente, no es una novedad: Racsa está en una situación crítica; ha perdido gran parte de sus clientes, con la consecuente disminución de sus ingresos y su viabilidad financiera. Contrario a sus competidores, Racsa no está hoy en capacidad propia de conectar a quienes quieran recibir sus servicios de navegación por Internet ni de ofrecerles voz sobre IP, televisión y otros servicios en convergencia.
Su plan estratégico para enfrentar la competencia –Data Center, Red para 360.000 conexiones de banda ancha, entre otras acciones estratégicas– no pudo ser ejecutado. La “razón” esgrimida por su presidente para justificar el tal vez irreparable deterioro de esta empresa de propiedad pública, el señor Eduardo Doryan –al mismo tiempo presidente ejecutivo del ICE y, apenas hace doce meses, presidente ejecutivo de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS)– es “el peso de la historia”.
Extraña razón. Nunca antes conocí un “argumento” semejante para explicar la destrucción de una empresa.
Y, si partiésemos de la existencia de una presunta, aunque extraña razón en el “argumento” utilizado por Doryan para explicar la presente situación de Racsa, tendríamos que preguntarnos sobre el “peso” de cuál “historia”.
¿Será acaso que Racsa, según Doryan, está como está porque tiene ochenta y nueve años de fundada? Si fuese así, muchas empresas nacionales, públicas y privadas, que tienen más de noventa años de fundadas y que están en excelentes condiciones, tendrían que haber quebrado desde hace años.
¿O, será acaso, el “peso de otra historia”? Una historia más reciente, plagada de obstaculizaciones, debilitamiento progresivo, celos corporativos, gradual acogotamiento, sistemático boicot a la ejecución de sus planes estratégicos e impericia en la definición de rol dentro del Grupo ICE, de cara a la competencia –verbigracia, convertirla en una tienda de productos del ICE–. ¿Será esta la verdadera historia a la que se refiere Doryan para justificar la situación presente de Racsa?
Rendición de cuentas. En todo caso, sea cual sea la “historia” cuyo peso, según Doryan, aplastó a Racsa, todos quienes hemos ocupado cargos de dirección dentro de la empresa durante, al menos, los últimos diez años, deberíamos rendir cuentas de nuestros actos ante la Contraloría General de la República y, eventualmente, ante otras instancias: un patrimonio que forma parte de la Hacienda Pública no se pierde así porque sí o por el presunto peso de una historia que pocos conocen.
Existen, en la legislación costarricense figuras que establecen los hechos generadores de responsabilidad administrativa, civil y penal cuando la Hacienda Pública sufre injustificado desmedro.
Por su parte, la Contraloría de la República, tiene el deber y el poder de profundizar las investigaciones que ya ha realizado, a fin de establecer cuál es la verdadera historia detrás de la presente situación de esta empresa y residenciar en quienes corresponda, dentro y fuera de Racsa, las responsabilidades de toda índole que estos hechos generen.
No puede ser que los funcionarios públicos, yo uno de ellos, simplemente nos vayamos para nuestras casas o, peor aún, permanezcamos en los puestos sin rendir cuentas de nuestros actos, particularmente cuando los resultados de la gestión –que no el “peso de la historia”– son, cuando menos, alarmantes.