Un partido victorioso, respetuoso de los votantes, debe asumir que el triunfo se debe a que, en la comparación, la ciudadanía se guio por los contenidos de su propuesta programática y la confianza en el compromiso del aspirante y su equipo con esa propuesta. Por ello, la democracia exige que las personas electas y las nombradas –en todo tipo de puestos– nos guiemos por esa propuesta.
No todos los contenidos de la propuesta son de importancia para el grueso de los votantes y no todos se masifican. Ello no lleva a debilitar la importancia que se les otorgue durante el gobierno, pues el supuesto mencionado arriba se antepone. Sin embargo, en términos de credibilidad y gobernabilidad, hay una obligación especial de respetar aquella parte de la propuesta que fue más enfáticamente tomada en cuenta por la ciudadanía a la hora de decidir su voto.
Propuesta ética. La propuesta programática del PAC ha abarcado todos los temas relevantes para el desarrollo del país. Pero lo que le convirtió en un partido grande y en un desafío formidable a los otros partidos, desde la primera elección en que participamos, fue su propuesta ética. Ciertamente, por ejemplo, nuestra propuesta para mejorar la educación es excelente. Pero pocos votantes nos hicieron un partido fuerte porque la estudiaron, la compararon y les pareció mejor que las de otros partidos. Lo que nos convirtió en un imán para un sector importante de los votantes fue el abordaje de la ética y la coherencia entre prédica y práctica de quienes hemos tenido responsabilidades especiales en el PAC.
Por eso, el éxito del primer gobierno PAC en amalgamar la credibilidad que se requiere para resolver los problemas de fondo del país depende de la calidad ética del comportamiento de cada una de las personas electas y nombradas.
Esto se aplica independientemente de si la persona nombrada ha pertenecido, o no, al PAC. Argumentar que comprometerse a actuar de acuerdo con lo prometido por el Partido “sería beligerancia política” es un contrasentido democrático que raya en el absurdo. O ¿es que el compromiso del PAC de no privatizar la CCSS podría ser ignorado, por ejemplo, por el ministro de Comercio Exterior al negociar TLC, en el tanto el señor Alexander Mora no ha sido del PAC?
Los electores votaron por la propuesta PAC, reiterada durante cuatro elecciones en miles de reuniones, documentos y encuentros ciudadanos. Todas las personas nombradas lo son porque ganó el candidato del PAC, o sea, porque ganaron esas propuestas sobre otras. Por lo tanto, sus puestos obedecen a esas propuestas seleccionadas por los electores para que triunfaran. Abstenerse de respetarlas, o de exigir que se respeten, sería traicionar las expectativas de los electores y pondría en serio peligro la credibilidad del Gobierno encabezado por don Luis Guillermo, sobre todo porque el hoy presidente declaró reiteradamente, a lo largo de la precampaña y la campaña, que comulgaba en un 100% con los rigores éticos proclamados históricamente por el PAC.
Prohibiciones absolutas. El valor agregado del PAC en esta materia no resulta de que hayamos puesto el tema de la ética en el tapete. Eso lo hace, y lo ha hecho, todo partido y todo político conocido aquí y fuera del país. Todos se declaran honestos, austeros y enemigos del despilfarro y los abusos. Nuestra especificidad consiste en haber definido, con precisión matemática y con prohibiciones absolutas, lo que consideramos deshonesto, abusivo o despilfarrador.
Nosotros hemos definido en cada rubro límites máximos y prohibiciones. Así, por ejemplo, todo político declara que no abusará de los gastos en propaganda e información. El PAC prohíbe totalmente gastar dinero para anunciar las obras que realice una institución o que promuevan la imagen de los jerarcas o del presidente.
Nuestro enfoque cuantitativo o prohibitivo es el único que permite a la oposición, a la prensa investigativa y a la sociedad civil exigir cuentas. Cuando alguien se compromete a ser austero sin definir los límites y el tipo de gasto que, una vez ejecutado, sería calificable de corrupción, nadie podrá catalogarle de corrupto, so pena de ser acusado penalmente por injurias y calumnias. Con ese etéreo lenguaje se hace imposible la exigencia de cuentas y la denuncia. Pero, cuando existen compromisos definidos por límites cuantitativos y prohibiciones absolutas, creamos la posibilidad real de evaluar cumplimientos y de hacer denuncias con consecuencias. Por lo tanto, con nuestro enfoque, nada más y nada menos que hemos dado vida a herramientas efectivas para la exigencia y rendición de cuentas, pilar fundamental de la verdadera democracia.
Sin opción. Si a alguien le parecen extremistas, moralistas o radicales las promesas del PAC promulgadas desde hace más de 13 años, ello es irrelevante a la hora de ejercer el cargo. Si respeta al electorado, o sea, si es demócrata, debe cumplir y respetar esas reglas prometidas a ese electorado, le gusten o no. Y, si le disgustan mucho, pues que no acepte el cargo, pero no traicione a los electores. Puede ser que a mí me guste, o no, la prohibición de utilizar vehículos de la Asamblea legislativa o de ingerir licor y comidas financiadas por la Asamblea. Pero no tengo opción. Si ahora, ¡ya siendo diputado!, no me gustan esas reglas, las cuales han sido prometidas hasta la saciedad por el PAC, solo me quedan dos caminos: aceptarlas a disgusto o renunciar a la diputación. Proceder de otra manera sería desleal con los electores, desleal con el PAC, y negativo para la democracia y la gobernabilidad.
Quienes crean que era fácil o que se trataba de seguir por el mismo camino de la política tradicional, es decir, quienes crean que lo que hemos predicado era broma, o pose electorera, están totalmente equivocados. En el PAC hemos visto la función pública como una oportunidad de servir mediante la elaboración de propuestas, y enfrentando la corrupción y la gestión deficiente. Muchos, por años, hemos hecho esfuerzos en esas tareas sin paga alguna. De hecho, más bien ahora sentimos que nos están remunerando para hacer lo mismo que veníamos haciendo gratuitamente.
Consejos a funcionarios. Por eso, aconsejo a los funcionarios nombrados –como cualquier partidario vigilante lo debe hacer, si queremos seguir mirando a los ojos a la ciudadanía y cumplirle a Costa Rica– que se lean y estudien nuestros códigos de ética, los prometidos al electorado a lo largo de más de 13 años, los cuales no fueron modificados ni en una “coma” antes del 6 de abril. También les aconsejo que se informen de otros compromisos éticos reiterados a lo largo de nuestra historia y que buena parte del electorado espera que cumplamos, relacionados con remuneraciones, transparencia en toda compra y todo nombramiento, etc.
Recuerdo a todos que la palabra “cambio” no es cualquier palabra. No hay duda de que una campaña se presta para malabarismos comunicacionales, cuasi poéticos. Pero, si en gobierno no implica sacrificios y comportamientos concretos, no hemos entendido la responsabilidad que tenemos ante un electorado que nos creyó. Y lo hizo no porque se vendiera a don Luis Guillermo como se vende la Coca-Cola, sino porque, después de 13 años y con un mejor candidato, finalmente ese electorado llegó a creer en nuestros programas y nuestros rigores éticos.
Funcionarios electos y nombrados: con Costa Rica no se juega… y con la palabra “cambio” tampoco.