El regreso del cáncer a Hugo Chávez se convierte en protagonista. Si bien los problemas de salud del presidente-candidato fueron el gran fantasma durante la campaña, pocos podrían anticipar, salvo los del círculo interno, de que estos podrían impedirle asumir su nuevo mandato presidencial (2013-2019).
Luego de un anunciado tratamiento preventivo en Cuba y aun en contra del criterio de sus médicos, el presidente regresa a Venezuela con el afán de asegurarse la prolongación de su régimen y su legado bolivariano.
Estas situaciones revelan cómo la fragilidad de la salud del presidente Chávez expone a Venezuela, pues, según la Constitución Política, habría nuevas elecciones en caso de que el mandatario no pueda asumir su mandato o bien no pueda completar al menos los primeros 4 años de este período presidencial.
Para cualquier ser humano, el enfrentarse a la muerte es siempre difícil, pero lo es más cuando se ha ejercido el poder desde 1999 y se ha asegurado electoralmente un cuarto mandato. ¡La fragilidad del poder y de la vida!
Chávez quién ha ejercido el poder al mejor estilo estalinista, receloso, desconfiado y cauto en fortalecer liderazgos, ha tomado la desesperada medida de tratar de validar como su sucesor a Nicolás Maduro, vicepresidente y ministro de Relaciones Exteriores, a quien él define como su mejor remplazo a la presidencia y como el candidato oficialista. Chávez también aseguró sus fichas en los poderes legislativo y castrense.
Al momento de escribir esta columna, el presidente ha sobrevivido a la compleja intervención quirúrgica a la que fue sometido, pero las perspectivas de su regreso político son aún inciertas. El mismo Maduro ha anunciado un proceso postoperatorio duro y prolongado e igualmente ha anunciado que “Venezuela se debe preparar para días muy complejos y difíciles”.
Sin duda se aproximan días de más incertidumbre para un pueblo, que por una parte se le ha intoxicado con procesos electorales por más de dos décadas, pero al que también se ha expuesto a violaciones de derechos humanos, carencia de libertades públicas, corrupción, inseguridad, alta inflación y al desmantelamiento del sector productivo, entre otros.
En estos momentos difíciles, mi solidaridad está con el sufrido pueblo venezolano, esperando con optimismo que esta difícil coyuntura se pueda convertir en oportunidad de cambio y fortalecimiento democrático, no solo en Venezuela, sino en países como Cuba y Nicaragua, que han usufructuado de una diplomacia clientelista a partir del petróleo venezolano y de un patriarca cuyos días pareciera que se encuentran contados.