Los intrincados manejos entre los bancos europeos en víspera de la Segunda Guerra Mundial son hoy tema de una acalorada polémica internacional desencadenada por la publicación oficial de la historia del Banco de Inglaterra (BE).
El disparo inicial ha sido el capítulo concerniente a las intimidades financieras entre el venerable banco británico, el Reichsbank alemán (RB) y el Banco Internacional de Transacciones (BIS). Seis meses antes de estallar la guerra, en 1939, el RB se apropió de una robusta cuenta en oro del banco de Checoslovaquia. De inmediato, el RB remitió el oro al BE para disponer del activo confiscado.
La complicada situación europea impidió la liquidación del oro originalmente checo y a esas alturas británico. Posteriormente, hubo negociaciones que resultaron en la venta del oro alemán y antes checo. El desenlace fue que parte del oro fue transferido a Nueva York y saldos quedaron en cuentas del BE y BIS.
Este cuadro aparentemente fue superado por otras transacciones del BE y el BIS. Sin embargo, cuando apenas arrancaba el conflicto europeo, una orden de pago por cerca de $10 millones fue acreditada a la cuenta de Estados Unidos.
Lingotes de oro. No debemos perder de vista que esta madeja se administraba, de manera decreciente, con lingotes de oro físico que debían ser trasladados por un banco a otro. Recordemos que los nazis invadieron Checoslovaquia en setiembre de 1938.
En marzo de 1939, el BIS instruyó al BE transferir 5.6 millones de libras de oro de una cuenta del banco checoslovaco a otra perteneciente al RB. Gran parte de este despacho fue destinado a Bélgica, Holanda y Londres. Por su parte, en junio de 1939, el BE también vendió porciones de remesas alemanas sin esperar el visto bueno correspondiente del Gobierno británico. Hay, además, un listado considerable de transferencias que aquí omitimos.
En todo caso, el cuadro que emerge de esta narración resalta el apoyo de algunos funcionarios del BE al naciente régimen nazi. Una escena que ilustra la historia es la de un jerarca británico que fue a Alemania en 1939, poco antes de la guerra, para asistir al bautizo de un hijo de su contraparte nazi, Hjalmar Schacht, presidente del RB.
El patrón oro. Aparte de este retazo de los acontecimientos durante el aciago período que precedió a la Segunda Guerra Mundial, es importante destacar la complicada mecánica del patrón oro, que difícilmente sobrevivía en esos años. Como sabemos, el patrón oro operaba mediante traslados del metal físico de un banco central a otro u otros del sistema. El ingreso del oro inducía la expansión monetaria del país receptor y, al mismo tiempo, contraía la del pagador. Así, al menos teóricamente, actuaba el sistema monetario de aquellos días, un patrón que emergió en los siglos 18 y19 centrado en las cuantiosas reservas de Gran Bretaña. Después de la Primera Guerra Mundial, la hegemonía inglesa mermó de cara al gran centro financiero estadounidense. En ese tránsito, ya en el siglo 20, otras potencias rivales sacudían la debilitada caja británica, sobre todo, en los años 30, el atrevido Tercer Reich germano. La culminación de esta eliminatoria fue la elevación del dólar estadounidense como signo financiero global.
Resulta también interesante observar cómo, a pesar de los catastróficos sucesos que se avecinaban, los banqueros reiteraban la mecánica del traspaso del oro, un pálido símbolo de mejores tiempos del pasado.