Con gran júbilo recibo la noticia de la entrada en vigencia de la Ley de Tamizaje Auditivo Neonatal, publicada en La Gaceta del pasado viernes 19 de julio. Como madre de un niño con sordera moderada- severa y severa-profunda puedo decir que esta es una noticia para celebrar. Cuento mi experiencia porque sé que hay muchas mujeres y hombres con deseos de tener hijos en el futuro, o bien que hoy están a la espera de su nacimiento.
Prueba de audición. Mi esposo y yo tenemos cuatro hijos varones. Cuando nació el mayor, que hoy tiene trece años, el doctor nos remitió a hacerle en la primera semana un examen de audición, el cual salió normal. Para mi segundo hijo, que hoy tiene seis años, el pediatra no nos indicó que le hiciéramos esta prueba, y, como habían pasado varios años desde mi anterior embarazo, no lo recordamos. Craso error, pues, si lo hubiésemos realizado como a su hermano mayor y a sus hermanos menores gemelos, nos hubiésemos dado cuenta inmediatamente de que necesitaba el uso de audífonos y un implante coclear.
Dicen que todas las mamás tenemos un sexto sentido, y es cierto, pues este me decía que algo no andaba bien. Al año, le practicamos unos exámenes que nos confirmaron lo que en silencio presentíamos. No contaré con detalle todo lo que desde ese momento se ha hecho para que Sebastian pueda hablar, aprender y desarrollarse como un niño con audición normal: audífonos, terapias, clases especiales, consultas a distintos especialistas y el apoyo incondicional de la profesora Karla Pozuelo, que ha ayudado a muchos niños sordos en el país a ser “oralizados” y a comunicarse.
Pero todo ello no compensa el año perdido que lloramos todavía. Como educadora puedo decir que los tres primeros años de vida son vitales en la formación y aprendizaje de nuestros hijos. Su capacidad es tanta que les permite adquirir el lenguaje, conceptos y destrezas en forma impresionantemente acelerada. Sebastián sigue arrastrando ese año perdido.
Cambios. Sin embargo, con la nueva ley, esto va a cambiar para los niños por nacer, pues garantiza que todo recién nacido tiene derecho a que se valore su capacidad auditiva, y a que se le brinde diagnóstico y tratamiento oportuno. Asimismo, obliga a que todo centro público o privado realice el tamizaje auditivo antes del primer año de vida y, de preferencia, antes de que salga del centro de salud. Por otra parte, le otorga a la población asegurada la ayuda económica para la adquisición de audífonos, implantes cocleares y otras ayudas.
Por último, el artículo 16 de dicha ley obliga al Estado a garantizar las condiciones óptimas de salud y educación para los niños con deficiencia auditiva. Ojalá esto se concrete, pues mi experiencia, este año, en centros educativos privados, para que Sebastián sea recibido, en el 2014, en primer grado, no ha sido la más grata, pero esta es otra historia… Invito a celebrar.