La disciplina fiscal es un dogma neoliberal, a tenor de los cargos lanzados contra el diputado Ottón Solís por el también legislador Víctor Morales Zapata. Solís se comporta como “el más neoliberal de los neoliberales” cuando propone recortar el presupuesto nacional, un 19% superior al del año pasado.
La novísima definición de neoliberalismo es inusitada, pero, si valiera, los peligros de no ser neoliberal están a la vista. Déficit fiscal, endeudamiento creciente, pérdida del grado de inversión, intereses al alza, estancamiento económico y, tarde o temprano, reversión de los privilegios insostenibles cuando ya es demasiado tarde para evitar un largo tránsito por los caminos del empobrecimiento.
Solís, presunto neoliberal por el empeño puesto en sanear las finanzas públicas, contradice a cada paso la ideología que su colega le adjudica. Más bien, parece proteccionista, estatista e intervencionista. No goza de buen cartel entre los neoliberales, aunque coincida con ellos en la necesidad de limitar el gasto.
La diferencia está en las razones. Los neoliberales, donde quiera que se encuentren, abogan por limitar el Estado a lo estrictamente necesario. El problema de Solís no es el tamaño del Estado, sino la forma de hacerlo subsistir sin arrastrar a la economía hacia una catástrofe. Comprende, en suma, la imposibilidad de hacer chocolate sin cacao.
Eso no es liberalismo, sino sensatez, y nada obsta para que sea compartida por todo el espectro ideológico. Ahí está la contralora general de la República, cuyo neoliberalismo es apenas un 33,3% menor. Ella propone un recorte presupuestario de ¢200.000 millones y Solís, una tercera parte más neoliberal: cifra esperanzas en una reducción de ¢300.000 millones.
Bajo el liderazgo de Solís, el Partido Acción Ciudadana predicó la austeridad y la responsabilidad fiscal. Ahora, las mismas ideas lo convierten en neoliberal. Urge, pues, la revisión de pasajes fundamentales de la plataforma política del PAC porque, a lo largo de su historia, muchas veces bendijo políticas cuyo encuadre en la nueva definición de neoliberalismo no puede ser negado.
El propio presidente de la República resultó neoliberal –“con tijeras, no hacha o machete”– y el neoliberalismo campea en casi todas las fracciones legislativas. Así definida, la ideología neoliberal es dominante y solo ella existe fuera de las tiendas de la izquierda y el populismo.
En consecuencia, la categoría es inútil, porque apenas sirve para deslindar dos campos, con trazos demasiado gruesos, y borrar todos los matices. Al final, ni siquiera es una categoría, sino un epíteto, y sobre esa base no puede haber diálogo político.