El día jueves 8 de setiembre apareció publicado en este mismo espacio una nota del Sr. Jacques Sagot. En ella comenta el último concierto de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, señalando que el retorno al escenario del maestro Irwin Hoffman con este ensamble representó un importante acontecimiento en la vida cultural de nuestro país, y expresó las siguientes palabras: “En medio del océano de bazofia musical en el que estamos naufragando, nuestra audiencia identifica aún la excelencia, y la recompensa con su presencia y su aplauso, franco, espontáneo, honesto como una cálida garúa de estío”.
Concuerdo ampliamente en que contar con la presencia del maestro Hoffman, ahora como director emérito de la OSN, es un hecho trascendental. No podría estar más de acuerdo. Pero difiero decidida y enfáticamente –y de forma nada poética – en que la oferta musical de nuestro medio sea una basura musical, como implícitamente afirma Sagot. La RAE define el término ‘bazofia’ como “mezcla de heces, sobras o desechos. Cosa soez sucia y despreciable”. ¿Es así como la propuesta artística de los demás músicos de este país merece ser descrita? Desde luego que no. Ni la de nuestros compatriotas ni la de ningún artista. Además, para alabar el desempeño de un músico de la talla del maestro Hoffman, no es necesario desdeñar el de los otros.
Juicio sesgado. El abanico musical y cultural costarricense ha crecido en los últimos años de manera vertiginosa, tanto cualitativa como cuantitativamente. Hacer un comentario como el anteriormente citado denota o un profundo desconocimiento del medio o un juicio valorativo sesgado. Comencemos por los datos. En la actualidad nuestro país cuenta, además de la OSN, con al menos tres orquestas que mantienen una temporada estable: la Orquesta Municipal de Cartago, la Orquesta Municipal de Heredia y la Orquesta de Cámara de la Universidad de Costa Rica, todas ellas con impresiones favorables de la crítica. Existe un Festival Internacional de Música que tiene lugar anualmente en el Teatro Nacional y en diversos lugares del país, así como varios festivales nacionales e internacionales de guitarra.
Temporadas de conciertos semanales de música de cámara tienen lugar en el Teatro Nacional y en la Escuela de Artes Musicales, por mencionar solo dos lugares. El sistema de Bandas Nacionales realiza conciertos permanentemente en las siete provincias de nuestro país. El Instituto Superior de Arte tiene su temporada pianística en el Teatro Nacional. Todos estos son solamente algunos ejemplos de espectáculos de artistas de nivel profesional, tanto nacionales como extranjeros, que son de una calidad musical digna de ser valorada y jamás menospreciada o tildada de bazofia.
Costa Rica se ha distinguido en el área por fomentar, desde hace muchas décadas, la educación musical desde las etapas tempranas de la formación. Esto ha dado como resultado una excelente generación de músicos, provenientes no solamente del Programa Juvenil de la OSN, sino también de instituciones igualmente importantes como el Conservatorio de Castella y las escuelas de música de la UCR y la UNA. Todo lo cosechado en estos años no puede ser basura.
Hasta aquí he mencionado solo lo que tiene que ver con música académica, pero de igual forma otros géneros musicales tienen un auge importante en nuestro país. Y el público también lo recompensa grandemente con su presencia y su aplauso. Esto ha quedado evidenciado, por ejemplo, en los conciertos de la Orquesta Filarmónica o en el tributo realizado al recientemente desaparecido maestro Fidel Gamboa en el Cenac.
Calidad musical. La música es un arte que no hace distinciones. Todos quienes la profesamos estamos en el mismo barco al fin de cuentas, y estamos muy lejos de zozobrar. Tampoco naufraga el público costarricense que, en términos generales, tiene amplio acceso a estas manifestaciones culturales.
Es posible que nuestro país esté aún en pañales en lo que respecta a su desarrollo musical. Honestamente, sin embargo, no concuerdo tampoco con Sagot en que el estreno tardío en Costa Rica de una sinfonía de Tchaikovsky – compositor ruso del siglo XIX, totalmente ajeno a nuestra realidad – sea un indicador importante para determinar si existe atraso o no.
La calidad del nivel musical de un país puede ser establecida desde muchos puntos de vista, y desde luego existirán opiniones diversas. Pero de allí a calificar que sin reservas, repito una vez más, que vivimos en “un océano de bazofia musical” es lo último que esperaría de un personaje que ostenta el puesto de embajador cultural de Costa Rica ante la Unesco.