En el centenario de Montes de Oca, con su centro histórico de “San Pedro”, pareciera contradictorio proclamarlo como “adefesio”, porque esta voz remite “a los efesios”, una epístola de san Pablo, lo cual no quita que, pese a 43 años de vivencia en ese cantón, a este escribidor le sigue llamando la atención esta comunidad, por lo fea, bordeando lo extravagante.
¿Qué es San Pedro de Montes de Oca para mucha gente sino una serpenteada y tortuosa vía, ya en permanente “hora pico” entre San José y Curridabat?
Pobre Rubén Darío, aplastado como se ve, ahora con mayor razón entre ese caótico cruce de vía férrea y la carretera, que flanquea por ese enorme símbolo fálico, publicitario, el primero de media docena, entre La Luz y la Galera.
Los dos centros comerciales, potenciales portentos arquitectónicos (uno hasta previsto para jardines de Babilonia), a fuerza de anuncios, lucen su desastre urbanístico.
A punta de mantas, hasta la Iglesia católica pretende competir con otras vallas donde vayas.
¡Claro que no, parecen gritar de enfrente: lastimosamente, ahora “hablá, navegá” resultan esperpentos de su significado profundo, original. Por lo demás, basura por doquier, carros por la vereda; no hay poste sin ofrecimiento de plata.
A uno le desespera, además, la falta de armonía. Ahora que tanto se cacarea la “reforma fiscal”, ¿no será oportuno recordar que el bueno de Alfredo González Flores (aquel que los Tinoco botaron y que figura en los nuevos billetes de cinco colones) fue el creador de nuestro cantón hace cien años? ¿No da cosquillas ver que la gente refiere al parque Rossbell (sic), sin ubicar detrás de ella la creación de la escuela Roosevelt por los esposos Calderón Guardia-Clays?
¿No da ira seguir constatando que en aquel parque Kennedy, a aquel ilustre visitante lo siguen teniendo decapitado y su zócalo sirve para que el encargado de buses (¡desorden padre!) cuelgue allí su “lonchera”? Quid, la fuente de Hispanidad sin placa ni memoria.
Pero no todo está perdido. La otra noche, gracias a una estupenda velada organizada por Redocai (Red de Artes Integradas), en la UCR, aprendí de la plétora de compositores que tuvieron su cuna o su desempeño en Montes de Oca. Y los días siguientes, en otras actividad del mismo grupo, aunque sea alrededor del feo quiosco, hubo recitales, de poesía, música y narrativa.
A la luz, mejor dicho a la audición de poemas recitados en homenaje del centenario de nuestro cantón, recapacité: la poesía es un app disponible en cualquier esquina, hasta sin celular, el cual más bien desconecta.
Gracias a la criticidad que infundieron cantidad de poetas, volví así a valorar este anhelo posible: claro que no resuelven problemas, pero agudizan la sensibilidad, como cuando Leda García afirmó que “la humanidad es un robot en ciernes” o se refirió al “mercado de valores sin valores”.
¿Es posible retomar la senda de la utopía que proclama su colega, por “esta ciudad que somos todos”? Confiemos en que sí. Vale la oportunidad de recordar que Redocai necesita una casa. Tiene la palabra el Sr. alcalde.
Víctor Valembois es educador.