El sistema eléctrico actual es ineficiente porque la energía se produce para consumo inmediato y está diseñado para atender la demanda máxima anual. Esta representa, en el caso de Costa Rica, solamente el 60% de la capacidad instalada ya que, por razones de seguridad, se reserva un 20% para casos de emergencia, y el otro 20% no es aprovechable por la variabilidad de las fuentes renovables.
En nuestro país, el sistema eléctrico podría dar un 30% más de energía, si se mejora el factor de carga del sistema. Para esto, hay que implementar un programa de administración de la demanda: incentivando el consumo de gas para cocinar, fomentando el uso de la tarifa horaria y el control de carga durante la hora pico.
La inversión que representa la expansión del sistema eléctrico (unos $8.000 millones para la próxima década) podría reducirse en un 28% si el país aumentara el factor de carga en un 10%, y modificara los hábitos de consumo de los usuarios. El ahorro sería de más de $200 millones por año. Si a esto le agregamos que con el desarrollo de una red inteligente podría obtenerse un factor de carga del 100%, el impacto económico para el país sería increíble, sin contar el valor del conocimiento que se adquiriría.
La red inteligente es un sistema telemático para el monitoreo y control del consumo del usuario. Es la respuesta tecnológica a la necesidad de administrar la demanda e integrar a gran escala las fuentes renovables de energía variable y los autos híbridos eléctricos. La red inteligente funciona como un súper integrador que crea una infraestructura unificada para todos los servicios (electricidad, telecomunicaciones, agua, gas natural y control vial), y es la plataforma tecnológica ideal para crear ciudades inteligentes y, eventualmente, un país inteligente y verde.
Resultados exitosos. Esta estrategia de mejorar la eficiencia energética para reducir el costo de expansión del sistema eléctrico, ya fue utilizada en California después de la crisis petrolera de los años setentas, y logró estabilizar el consumo per cápita. Por cada dólar que California invirtió en promover el ahorro en la demanda, obtuvo un beneficio de $4.
En el caso de Costa Rica, este beneficio sería mayor, se estima que por cada dólar que se invierta en promover la eficiencia se obtendrá un ahorro de $10. Esto porque la planta hidroeléctrica es más cara de construir que una planta térmica, aunque sean más rentables en el largo plazo; además, el agua es gratis, mientras que el carbón hay que pagarlo. De esta forma, si podemos evitar construirla, la ganancia para el país aumentaría.
En el caso de Costa Rica, el sector residencial representa el 40% del consumo energético y contribuye con un 67% de la demanda máxima anual. Los programas de administración de la demanda residencial, han demostrado ofrecer beneficios económicos y medioambientales. Con este incentivo tangible, se alienta a los consumidores a profundizar la relación con la empresa distribuidora.
Los servicios públicos harían bien en ofrecer una amplia gama de programas de precios dinámicos para dar a sus clientes varias opciones para el control de los costos de energía. Un cliente energético educado es clave para afrontar los retos actuales de la energía y pensar en la consecución de esa red inteligente que necesitamos.
La energía limpia y barata sería una enorme ventaja para atraer inversión al país, en un tiempo en el que cada vez más personas están interesadas en comprar productos amigables con el ambiente (fabricados con bajas emisiones de gases de efecto invernadero). Con la electrificación del transporte, lograríamos la autosuficiencia energética y evolucionaríamos las importaciones de petróleo en plantas de energía limpia.
Pocos países del mundo pueden darse el lujo de soñar en este momento con una sociedad desarrollada sostenible.
Costa Rica posee todas las condiciones para lograr este sueño en los próximos años; sin embargo, se está desperdiciando una riqueza enorme por falta de visión sobre las oportunidades que nos depara el futuro.