De acuerdo con la División de Población de las Naciones Unidas, en este año compartiremos el planeta 7.000 millones de personas. Como reacción inmediata, pensamos en las altamente pobladas ciudades de la India y China, como queriendo comprender las implicaciones de este hecho. Pero no hay que ir tan lejos para ver los cambios y las implicaciones. Solo pensemos lo que ha pasado en Costa Rica.
Yo crecí en una San José (años 60-70) de cafetales y potreros en medio de barrios y con un pequeño centro urbano donde se concentraban todas las actividades comerciales; hoy San José es un ruidoso y sucio centro metropolitano que ha desplazado lo verde por lo gris, con tres o cuatro veces más gente que cuando nací. Cuando les cuento a mis hijos cómo era la Costa Rica cuando tenía sus edades, no dejo de preguntarme qué futuro les espera.
La población del planeta pasó de 2.000 millones en 1930 a 7.000 millones hoy, y seguirá aumentando aun y cuando el rito de crecimiento tiende a la baja. No solamente hoy la gente vive más años, gracias a los avances tecnológicos, sino que la cantidad de mujeres en edad de reproducción es la más alta en la historia, lo que implica que la población mundial seguirá creciendo por unas décadas más. Los expertos nos indican que el crecimiento de la población se nivelará para el año 2045 con un total de 9.000 millones de almas.
Estilo de vida insostenible. Mi temor no es compartir el planeta con miles de millones de personas más, sino ver que la aspiración de todos es vivir al “estilo occidental”, a partir del uso de combustibles fósiles, centrados en el uso del automóvil, transformando el paisaje en una sociedad de exagerado consumo y desecho donde se confunde el verbo ser con tener . Irracional, insostenible e irresponsable, ¿no?
Con más de 80 millones de niños naciendo y prosperando cada año, en su mayoría en los países más pobres del mundo, es difícil no sentirse muy preocupado ya que al mismo ritmo que la población crece, los recursos naturales que sustentan el bienestar colectivo decrecen. Además, cerca de mil millones de personas ven salir y ponerse el Sol sin alimentarse.
En unas pocas décadas serán dos mil millones en extrema pobreza y vivirán en su totalidad en países pobres y en picada, atrapados por la inestabilidad política, la injusticia social y sin esperanzas de prosperidad. Siguen desesperadamente la “ruta al desarrollo” usada por los países ricos; deforestando bosques, usando combustibles fósiles, contaminando el agua y exterminado la biodiversidad. Su huella ecológica será de una magnitud insostenible para el planeta.
El Banco Mundial nos dice que para el 2030 pasaremos de 400 millones de personas de clase media, principalmente en China, India, Brasil, Indonesia y México, a más de mil millones. Esto es magnífico, pero será muy duro si toda esta gente consume energía y maneja automóviles de 8 cilindros como la persona promedio en Estados Unidos.
El número total de personas asusta, pero el consumo de recursos debe importar más. Además, como lo he mencionado, el futuro crecimiento poblacional se dará en los países más pobres y con menos oportunidades. Por lo tanto, el reto principal hacia el futuro es cómo aliviar la pobreza global mientras reducimos el impacto ambiental per cápita. Cómo crecer sin “comernos” el capital natural.
Política social y ambiental. Durante mi generación, Costa Rica pasó de ser una sociedad de arraigo rural y cafetalera a una urbana y de servicios, pasando de un millón de personas a casi cinco. Este aumento se ha dado en el contexto de una mejora sustancial en el nivel de vida y satisfacción individual. Pero en 25 años seremos casi el doble de costarricenses, por lo que tenemos la responsabilidad de pensar y planificar cómo mantener hijos y nietos sanos, educados y felices.
Para lograrlo, debemos aumentar la inversión social, restaurar y proteger nuestro entorno natural. Sin agua de calidad y en cantidad suficiente, suelos fértiles, aire limpio, biodiversidad y áreas protegidas, nuestras oportunidades de progreso y prosperidad serán muy limitadas. Hemos realizado logros sociales y ambientales en el pasado, pero no son suficientes.
Lo importante es seguir priorizando la inversión pública en nuestros dos más valiosos recursos: el humano y el natural. Por lo tanto, el crecimiento económico como indicador de éxito político debe estar sujeto al desarrollo humano y uso sostenible de los recursos naturales y no a costa de estos últimos.