A lo largo de 18 años, en la dirección del Estado de la Nación, don Miguel Gutiérrez Saxe configuró una institución y un equipo de trabajo de alta calidad bajo el alero de Conare y la Defensoría de los Habitantes. Se trata de una institución que integra la producción del conocimiento sobre la realidad nacional, estimulando la vida académica en las universidades y generando participación efectiva y desarrollo ciudadano entre la población.
Hace 18 años, cuando salió el primer informe del Estado de La Nación, el programa entonces financiado por el PNUD tuvo que pagar un suplemento en el diario La Nación para dar a conocer sus primeros aportes. Hoy en día, la publicación del Informe del Estado de la Nación es todo un acontecimiento nacional, pues atrae la atención de la prensa, sus resultados ocupan lugares destacados en primera plana durante días y sus aportes son discutidos en todo tipo de foros locales.
Lo interesante de todo este logro es que don Miguel lo hizo en un mundo institucional cada vez más paralizado por las normativas. Se habla, cada vez con más frecuencia, de ingobernabilidad y de la necesidad de hacer ajustes legales y constitucionales para poder poner en marcha el aparato público.
No pretendo con este artículo decir que no vivimos una institucionalidad desfasada de las necesidades del país y que no se requieren ajustes estructurales importantes, sino destacar cómo don Miguel supo abrir senderos y caminos integrando su capacidad técnica y de gerente social con su habilidad y conocimientos políticos para lograr su objetivo.
Quiero señalar que, cuando hablo de política, estoy muy lejos de pensar en la politiquilla del “te doy y me das”, que alguien muy acertadamente llamaba “operación atolle”. Pienso, más bien, en la política institucional como una conjugación de intereses que acumulan logros que, a su vez, acumulan respaldo para el proyecto. En este sentido existen antecedentes inno-vadores en nuestro medio que podríamos situar, en el pasado, en Rodrigo Facio y Jorge Manuel Dengo, constructores de la UCR y del ICE, y, más recientemente, en el Dr. Ortiz Guier, con el Hospital sin Paredes, que cambió el panorama de la salud nacional, y en don Miguel Carabaguiaz, del Incofer, que puso en marcha un ferrocarril muerto.
La labor de don Miguel y su equipo ha sido particularmente exigente en la combinación de intereses y alianzas. Una vez que el PNUD se retiró del programa, este quedó enteramente respaldado por instituciones nacionales como Conare, la Defensoría de los Habitantes y otras, manteniendo su autonomía y expandiendo su ámbito de acción en el estudio de la realidad nacional. Como resultado, hoy en día existe información veraz y actualizada al servicio de la ciudadanía sobre aspectos cada vez más amplios de la vida nacional. La gestión del Estado de la Nación, en las condiciones de adversidad normativa prevalecientes en la institucionalidad nacional, es un ejemplo a seguir, más allá de los condicionamientos técnicos y legales, y abre, además, senderos para la transformación estructural que nuestro país requiere.
Don Miguel acaba de cumplir sesenta y cinco años, y el programa cuenta con un sólido equipo de trabajo. Felicitaciones, don Miguel, por el trabajo realizado en favor de todos los costarricenses. Su compromiso por el país sigue vigente, aunque algunos diputados le pusieran calificación 0, cuando concursó por el puesto de defensor de los Habitantes, para evitar que fuera electo.