En el año 2000, circulaban por el país 650.000 vehículos bajo el control de 715 policías de tránsito. Hoy, 17 años después, la flota se disparó a 1,4 millones, más del doble, pero aun así el número de oficiales prácticamente es el mismo: 743. Pero ojalá fueran 743. Como se dividen en tres turnos, son 250 por turno. Pero ojalá fueran 250. A estos hay que descontar los que están en vacaciones, en permiso o incapacitados. Por eso, cuesta tanto verlos en las calles.
Además, resulta insólito que la policía no crezca en proporción a la flota vehicular. En el 2000, en un reclamo por más oficiales, el entonces director de la Policía de Tránsito, Rodolfo Solano, decía que había un inspector por cada 900 vehículos, cuando lo ideal era uno por cada 594. Hoy, esa cifra se multiplicó: hay un policía por cada 1.900 autos. ¡Tenemos solo 28 agentes más que hace 17 años!
Estas cifras evidencian la abulia del Estado y el poco interés de los gobiernos de turno por proteger la vida humana; por dar una mejor calidad de vida en las calles. La Policía de Tránsito es como la Cenicienta, desdeñada.
Más bien, con tan precaria seguridad vial, es un hito que las muertes por accidentes de tránsito no se hayan duplicado en estos tres lustros, como lo hizo la flota vehicular. En el 2003, por ejemplo, murieron 625 personas (15,29 por cada 100.000 habitantes) y en el 2015, la última estadística disponible, llegó a 795 (16,45).
Quizás las varias reformas a la ley de tránsito han influido para que la mortandad no sea mayor, pero las muertes serían menos si los gobernantes de turno, si los diputados de turno, obligaran al Ministerio de Obras Públicas y Transportes a profesionalizar ese cuerpo policial y contratar más personal.
Lo indignante de esta inacción del Estado, de los diputados y del MOPT es que los ingresos por multas son mucho mayores, porque el monto por las infracciones también es mucho mayor. Hace 17 años, la máxima era de ¢20.000; hoy es de ¢307.000. ¿Adónde se está yendo tanta plata de infracciones si no alcanza para contratar más oficiales?
Vergonzoso cómo los políticos se burlan al hacernos creer que más multas son sinónimo de más oficiales. Los costarricenses caímos en la mentira de creerles.
El autor es jefe de redacción en La Nación.