Hablar de lo mental en la salud y no de la salud mental, más que un juego de palabras, representa un cambio de paradigma que muchos profesionales han empezado a utilizar para destacar el hecho de que la esfera mental no es solo una serie de problemas que se identifican, sino un abordaje integral de la salud como un todo.
El periódico La Nación , durante una semana y de manera precisa, ha puesto en evidencia lo que en el sector salud se conocía, pero no se manifestaba abiertamente: que en la atención de lo mental en la salud existe una brecha enorme y un abismal rezago en lo preventivo y en lo asistencial para todos los grupos poblacionales.
En los tiempos modernos, muchos de los problemas en salud sonde morbilidad social y su origen, manifestaciones y abordaje piden tomar en cuenta el entorno de las personas que los padecen. Ejemplo de ello es la violencia en todas sus formas (suicidios, homicidios, accidentes de tránsito, abuso sexual, físico, psicológico y patrimonial). También, se encuentran otros igualmente nocivos como la depresión, los trastornos de la ansiedad, conductuales y alimentarios, drogadicción, adolescentes embarazadas, menores de edad y ancianos en la calle, entre otros.
Se suman a este preocupante grupo las enfermedades crónicas con un elemento en común: las acciones que se implementen para su tratamiento solo serán efectivas si incluyen al individuo enfermo y, necesariamente, a su familia inmediata.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su 65.ª Asamblea Mundial (mayo del 2012) mostró su preocupación porque millones de personas en el mundo padecen trastornos mentales y, cuando solo se toma en cuenta el componente de discapacidad al calcular la carga de morbilidad, estos representan el 25,3% y el 33,5% de los años perdidos por discapacidad en los países de ingresos bajos y de ingresos medios, respectivamente.
Poder dar respuesta a toda esta problemática no puede seguir haciéndose con un enfoque exclusivamente biomédico, sino con un abordaje interdisciplinario en el que muchas de las respuestas van a tener que pasar por la acción intersectorial.
Tratamiento integral. Cuando se ven las previsiones que ha tomado la Caja Costarricense de Seguridad Social para atender esta demanda creciente, no queda más que sorprenderse ante la falta de visión de quienes han dirigido la institución. Existe un número significativo pero insuficiente de médicos para integrar equipos de atención y prevención: 53 psicólogos, 89 psiquiatras, 346 trabajadores sociales y un número ínfimo de sociólogos, antropólogos y terapeutas de familia, pero resulta limitadísimo para dar respuesta a la demanda que existe.
Integrar equipos interdisciplinarios de atención y prevención integrales, en todas las regiones del país, con los recursos humanos adecuados, debería ser una prioridad.
Hacer lo contrario es continuar encareciendo los servicios ya que la población no va a encontrar respuestas a sus necesidades y continuará demandando atención, en un círculo siniestro. No solo más especialistas médicos y más tecnología es lo que necesitan los asegurados.
Evidentemente, no solo la deficiente atención de la CCSS es la principal responsable de este panorama.
Se relaciona directamente con el deterioro de la calidad de vida y el hecho de que otros servicios básicos también se han visto afectados (educación, seguridad): la desigualdad continúa acentuándose, el desempleo es el fantasma que se ciñe particularmente sobre los jóvenes, y el medioambiente es amenazado cada vez más.
En esta coyuntura, la Caja y el Pani son, probablemente, las principales instituciones que están recibiendo el impacto de todos estos cambios y están, más que nunca, necesitadas de dar nuevas respuestas a estos retos, con los recursos adecuados.
¿Tendrán los que añoran el poder y nos van a dirigir en los próximos años la sensibilidad y el conocimiento para enfrentar estos desafíos?