Desde el día que vi por primera vez (la he visto varias veces) la película Patch Adams con Robin Williams me interesó mucho el tema y, sobre todo, el personaje. Por eso, cuando la Universidad de Costa Rica anunció una conferencia con este extraño médico, pensé en asistir y llegué al campus de la Universidad una hora antes de la cita y, para mi sorpresa, la fila para entrar era como de 400 metros.
Decidí entonces regresar a mi casa, pero mi hija Mariel, quien me acompañaba, movió cielo y tierra y logró que pudiera estar en un lugar de privilegio, donde tuve la oportunidad de conocer y conversar con este doctor que ha revolucionado todos los conceptos de lo que debe ser la relación médico y paciente. Posteriormente, hemos intercambiado correspondencia y, muy amablemente, me obsequió su autobiografía.
Alegría y felicidad. Hunter D. Adams, más conocido como Patch Adams, nació en Washington el 28 de mayo de 1945. Su padre era un oficial del Ejército de los Estados Unidos estacionado en Alemania donde él pasó su infancia y donde adquirió el alemán como lengua materna.
Las obligaciones militares del padre hicieron que prácticamente fuera un ausente durante la infancia y la adolescencia del hijo hasta que le pidió que pasaran una semana juntos, durante la cual le pidió perdón por no haber sido un buen padre, se abrazaron e iniciaron una nueva relación que solo duró unas horas porque sufrió un ataque al corazón que le causó la muerte.
Siguió luego un periodo de mucho sufrimiento que casi llega hasta un suicidio, pero luego de estar un tiempo en un hospital para enfermos mentales, Patch comenzó a descubrir lo que llegaría a ser el trabajo de toda su vida: la salud depende de la alegría y la felicidad, y esta felicidad debe ser compartida por todos: la familia, los amigos, todos los seres que nos rodean, el país, el mundo. Mientras estudiaba medicina no solo aprendía los secretos de la ciencia médica, sino que, además, descubría qué era de verdad la enfermedad y qué era de verdad la cura.
Encontró que el doctor que se mantenía siempre en un lugar superior, desde el cual observaba con cierto desdén a un pobre enfermo, es decir, alguien inferior que debía venerarlo, no era un buen médico y, aunque aliviara ciertos síntomas, no estaba en realidad curando. Para curar hay que amar.
Pequeño esfuerzo. Durante la conferencia, Patch contó sobre una experiencia que tuvo en un país suramericano. En una plaza pública, encontró a una joven en una silla de ruedas a quien dejaban durante largos ratos sin que nadie le hablara o la atendiera.
Le contaron que tenía un retardo mental muy alto, no hablaba y no se comunicaba con nadie. Entonces, Patch se acercó le tomó la mano y comenzó a jugar con ella; a los pocos minutos sus ojos se iluminaron, sonrió y estuvo feliz jugando.
Un pequeño esfuerzo fue suficiente para lograr unos minutos de felicidad en alguien que se creía era incapaz de sentimientos humanos.
Patch me contó que él creía que hay dos elementos en la conducta humana que son básicos para la salud de los seres humanos: el amor y la alegría.
Ayuda al otro. “¿Qué cuesta cuando se entra a una habitación o simplemente al tomar el ascensor, decir buenos días y, aún más, qué cuesta un abrazo? En mi país todo el mundo camina con el ceño fruncido, hay luchas en la calle y en todas partes. Dichosos ustedes que tienen un país sin ejército y ¿qué clase de país es este que tiene como un candidato a la presidencia a Donald Trump? Hay gente que dice que es un payaso, pero eso es ofender a los payasos. En mi hospital se trata igual a un millonario que a un mendigo, el que quiere y puede paga por el servicio recibido. Pero el que no puede pagar recibe el mismo servicio y el mismo afecto. Además, y esto es muy importante, tanto los médicos como los enfermeros a menudo se disfrazan de payasos y como parte de la cura hacen reír a los pacientes.
”Cuando llegué a Costa Rica, pregunté cuál región era la más conflictiva y me dijeron que era La Carpio. Y me advirtieron no se me ocurriera siquiera acercarme ahí, ya que es muy peligroso; entonces, la visité y pasé una tarde encantadora brindando amor y alegría a quienes más lo necesitan”.
Entonces, ¿es Patch Adams un médico eminente o un payaso? Es, simultáneamente, las dos cosas.
El autor es periodista.