El Diccionario de la Real Academia Española define la ‘audacia’ como sinónimo de atrevimiento, de osadía, mientras que entienda la ‘estupidez’ como una “torpeza notable en comprender las cosas”. Con esto en claro, resulta evidente para cualquier persona que se maneje con regularidad por las calles de nuestro país que ambas características están presentes con mucha mayor frecuencia que otras condiciones deseables como la cortesía, la paciencia y, sobre todo, el respeto.
Tal vez para los conductores más avezados pase inadvertido, pero para los que aún somos novatos en esto de ser choferes en Costa Rica salta a la vista el hecho de que la ley que rige en la calle es más parecida a la selección natural que a cualquier otra cosa. El manual estudiado para obtener la licencia pasa a ser una mera sugerencia, pues en la vida real el que manda, el que se sale con la suya, es casi siempre el más audaz o el más estúpido.
Y es que en nuestro país el mejor conductor no es el más cortés y precavido, es el que más riesgos asume, es el que crea sus propias reglas porque, amén de su presunta infalibilidad al volante, está en el derecho de despreciar la ley que nos rige a todos los demás. Esto es lo que ha dejado en evidencia la implementación de las cámaras fotográficas del Cosevi para la sanción del exceso de velocidad.
Quejas oportunistas. Las constantes quejas (¿o deberíamos decir, mejor, “el berrinche”?) sobre el nuevo sistema de sanción automatizada revelan el perfil de un costarricense que cree firmemente que las leyes solo deben ser respetadas cuando le conviene y cuando está de acuerdo con ellas. Este costarricense ha decidido que la legislación es útil y justa solamente cuando se le aplica a alguien más o cuando el castigo es menor a una palmadita en la mano y un “eso no se hace, no lo vuelva a hacer”. ¿Que los límites de velocidad exigidos son ridículos, anticuados, y las multas por violarlos excesivas? Probablemente, pero es lo que dice la ley y a ella le debemos respeto.
Si nosotros, los que salimos tras el volante cada día con la esperanza de no toparnos con un estúpido que no logra comprender las reglas más básicas de seguridad en carretera, nos negamos a someternos al imperio de la ley porque la consideramos inconveniente, ¿cómo podemos esperar que sí se castigue con severidad a quien violenta otras reglas?
Si tratáramos por solo un momento, un día o un par de horas, de dejar de lado esa triste costumbre tica de aplaudir la viveza sobre la obediencia y ser respetuosos con la ley y con quienes nos rodean, veríamos que, en verdad, la construcción de la Costa Rica que queremos comienza por nosotros mismos.