No sé si algunos o muchos de mis lectores comparten mi impresión de que, desgraciadamente, el nivel cultural de los costarricenses ha bajado hasta casi tocar fondo. Ignoro si esto se debe a fallas de nuestra educación escolar, de nuestros colegios o de nuestras universidades, pero los resultados finales son tristemente deficientes.
Hubo un tiempo, ya lejano en el pasado, cuando se decía con orgullo que nuestro pueblo era educado, que teníamos más maestros que soldados, pero ahora, aunque dichosamente no tenemos muchos soldados, tenemos que reconocer que tenemos más delincuentes que maestros, más analfabetos –aunque sepan leer y escribir– que intelectuales.
Tal vez la imagen más clara de este deterioro lo da la televisión nacional, cuya calidad baja vertiginosamente. Algunos programas de cierta calidad van desapareciendo para dar campo a la frivolidad y la superficialidad.
La farándula impera y ahora lo que interesa al público (o por lo menos así piensan los productores) es si algún cantante sale con una bailarina o, lo que es peor, con quién se acuesta. Y esos programas de aparente éxito están a cargo de presentadores llenos de tics, que usan el español a un nivel casi de analfabetos.
Y, como si se tratara de un virus, esta frivolidad y superficialidad va permeando toda la sociedad costarricense. Entre los muchos errores que cometen estos presentadores está la grave, porque se les ocurre, eliminación del artículo que normalmente debe acompañar los sustantivos. Así la Casa Presidencial pasa a ser solo Casa Presidencial y el Cuerpo de Bomberos pierde el, y solo queda Cuerpo.
Y si se trata de deportes, la FIFA pasa a ser solo FIFA y el Saprissa pierde también el artículo solo porque a alguien se le ocurre ahorrar el esfuerzo de usar el artículo, como es lo correcto.
Con referencia a nuestro deporte favorito, siempre fue una palabra aguda, como es correcto, hasta que a algún locutor se le ocurrió imitar a un colega de otro país y lo convirtió en una palabra grave, que también es correcta, pero no había ninguna razón válida para hacer el cambio.
En cuanto al Premio Nobel, también es una palabra aguda, pero a alguien se le ocurrió pronunciarlo como una palabra grave y así se usa ahora. La única persona que conozco que lo pronuncia correctamente es nuestro expresidente Oscar Arias, pero, por haber ganado este reconomiento, sería el colmo que no supiera cómo se pronuncia lo recibido.
Otro grave problema es la invasión del inglés en nuestro idioma. Ya casi nadie usa la palabra verdura para describir ese alimento tan necesario, pues ahora lo dicen en inglés, o sea, vegetal.
En varias ocasiones he visitado un restaurante y al pedir que me traigan unas verduras casi siempre el camarero me corrige: “¿Vegetales?”.
Tampoco ya casi nadie dice cómo se llama, porque lo hacen en inglés. En una ocasión asistí a una conferencia cultural en la cual cada uno de los participantes debía decir su nombre. Éramos 38 y todos lo dijeron en inglés: “Mi nombre es”, o sea, my name is. Fui el único que lo dije como se dice, no solo en español, sino también en francés, italiano y portugués: “Me llamo Mario”.
Igual sucede cuando se publica la noticia del resultado de un juicio penal en los Estados Unidos y no se dice, como es correcto en nuestro idioma, que el acusado fue declarado inocente sino “no culpable”, que no tiene ningún sentido en español.
Para colmo de males, ahora en varios círculos se confunde el sexo con el género. En los idiomas romances, no solo el español, la función bigenérica del masculino se refiere a los dos sexos, por lo que los niños incluyen no solo a los masculinos sino también a las femeninas.
Como dijo una vez mi buen amigo Fernando Díez Lozada, de grata memoria: “La función bigenérica del masculino es parte de la más genuina tradición del idioma y, al mismo tiempo, resulta altamente funcional. Su hipotética eliminación generaría un caos en el idioma” y puso por ejemplo el dicho “el perro es el mejor amigo del hombre”, que habría que cambiar por “el perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer”.
Mi querida amiga Estrella Cartín, experta en el uso del español, dijo, en una entrevista, que “el lenguaje hay que respetarlo, amarlo y cuidarlo” y, refiriéndose al uso del lenguaje inclusivo, afirmó: “No es esa la forma de luchar por la mujer; creo que así no se mejora el estado de la mujer, sino que se empeora la lengua”.
Debemos tener cuidado, sin embargo, en no caer en excesos de purismo como los que consideran el voseo incorrecto y usan o tratan de usar el tú, a veces de forma incorrecta, cuando el vos es completamente correcto y así lo reconoce la Real Academia Española; o los que insisten en pronunciar la V en forma diferente a la B, cuando lo correcto es que los dos se pronuncien exactamente igual.
Recuerdo un amigo que rehusaba llamar ceniza a las emanaciones de un volcán porque para él ceniza solo se producía después de una combustión o un fuego y no tenía nada que ver con un volcán. Y como tenía horror de no pronunciar correctamente los participios pasados a menudo al referirse a la fruta que produce el chocolate la llamaba “cacado”.
El autor es periodista.