Según la disposición de la luna, la Tierra y el sol, así se ve iluminada una mayor o menor porción de la cara visible de nuestro satélite natural. La luna es menguante cuando pasa de llena a nueva, es decir, cuando el lado izquierdo tiene luz y parece una letra ce estilizada. Con la luna menguante se cierra el ciclo lunar, que según los conocedores tiene ocho fases y no cuatro como se suele creer de manera común.
La luna es el símbolo más frecuente en toda la obra de Federico García Lorca, el gran poeta granadino; aparece en total doscientas dieciocho veces en su poesía.
Les pregunto: ¿Quién no ha mirado la luna y pensado si su luz invade también el cuerpo añorado?
De alguna misteriosa manera sentimos que ella tiene el poder de acercarnos a la persona amada, a pesar de saber que nada devuelve el tiempo que se esfumó.
No se puede negar que Selene tiene un embrujo particular, mueve mareas y sentimientos a placer. También es un hecho que asumimos su presencia y la damos por sentada a pesar de que no tenemos certeza de casi nada.
La vida, como la luna, también tiene etapas: de la frescura con olor a talco de la infancia saltamos a la aventura frenética de la juventud.
Un día nos percatamos de que poco a poco, tarde o temprano vemos el horizonte del ocaso.
Comienzan a morir seres cercanos, nos preguntamos más acerca de las cosas que realmente importan. Se afloja la piel y disminuye el encanto.
En un tris, la lozanía nos ha abandonado y algo parecido a la sabiduría sustituye al orgullo juvenil. Entonces en una noche casi sin estrellas alzamos la mirada al cielo y allí está ella… como nosotros, una luna menguante.
El autor es abogado.