La Red Internacional de Academias de Ciencia para los Derechos Humanos fue fundada en 1993 para defender a científicos víctimas de represión severa meramente por el ejercicio de su profesión, quebrantando lo que promulga la Declaración Universal de Derechos Humanos. Los miembros fundadores de la Red fueron los destacados científicos Perutz, Francois Jacob, Torsten Wiesel y Pieter van Dijk, cuya visión era persuadir a las Academias de Ciencias del mundo a utilizar su prestigio en la defensa de colegas que durante el ejercicio de su profesión son injustamente detenidos y encarcelados.
La undécima reunión de la Red tuvo lugar a finales de marzo pasado, en la ciudad de Halle, Alemania, auspiciada por la Academia Alemana de Ciencias Leopoldina, con dos días de testimonios sobre la ola de atropellos que se están suscitando en Siria, principalmente, pero también en Egipto y Turquía (estas dos naciones árabes otrora progresistas).
Prácticas macabras. Sobre la situación en Siria habló el profesor universitario Zedoun Alzoubi, quien informó de 600 médicos detenidos (390 aún encarcelados), 52 enfermeras detenidas (30 aún encarceladas) y 42 médicos desaparecidos por el régimen. La acusación que cae sobre ellos es colaborar con el enemigo al atender pacientes de etnias o sectores considerados opuestos al gobierno. La “neutralidad médica” queda así cancelada. El colmo de estas purgas incluye la detención de los choferes de las ambulancias, quienes también fueron arrestados. Es un reto comprender cómo en pleno siglo XXI persisten estas prácticas macabras y medievales.
El proceso más preocupante es la reintroducción de la ley islámica ( sharia ) a la constitución de algunos países, como Tunisia y Turquía, donde aún se respetan los derechos de los detenidos (no son torturados), pero donde los clérigos en el poder ven a la ciencia como una amenaza al Islam. La profesora Busra Ersanli, de la Universidad Marmara en Estambul, Turquía, lamentó la intervención del Gobierno al cercenar la libertad de cátedra en los centros universitarios turcos, y aun en su propia y respetada academia de ciencias (TUBA), cuya intervención llevó a la renuncia de 68 de sus miembros y a la virtual disolución de dicha academia.
Ante este incremento en los abusos a los derechos humanos en Turquía, la Red envió una misión de dos científicos –Peter Diamond (premio Nobel) y Hans Peter Zenner– y su directora administrativa, Carol Corillon, a visitar las cárceles donde se encuentran algunos de los acusados, así como a dialogar con diversos grupos, incluyendo familiares, amigos, embajadores, y miembros de gobierno. Descubrieron que algunos de los detenidos tenían hasta 10 años de detención sin juicio.
La misión de la Red le pidió al gobierno liberar a uno de los científicos encarcelados (con una pena de 13 años) y desestimar las acusaciones espurias a otros siete que han estado en prisión por mucho tiempo. Estos académicos han sido acusados de terroristas, aunque no se conoce que alguno haya propiciado o practicado la violencia en alguna ocasión. En declaraciones de Diamond al final de la visita a Turquía, “con la información disponible es evidente que los ocho colegas científicos enjuiciados no cometieron los crímenes de que se les acusa”. El trasfondo es la angosta y antojadiza definición de terrorismo como “expresarse en contra de la constitución o del gobierno” (esta última cláusula pondría a muchos ticos en apuros).
Resultados. En esta reunión de la Red, el biólogo molecular y premio Nobel, Sir Richard Roberts, fue el conferencista de fondo, con su ponencia Mobilizando a los premios Nobel por algunas buenas causas, en la que ha estado involucrado por muchos años. Así ha logrado, por ejemplo, liberar exitosamente a un grupo de enfermeras de Bulgaria, acusadas de infectar a la población de Libia con el virus del SIDA durante el gobierno de Gaddafi (enfrentando la pena de muerte), cuando aún se reutilizaban las agujas y las jeringas con el gran riesgo de contagio.
Una buena noticia es que la delegación de la Red tuvo una visita exitosa a Turquía, pues cuatro de los acusados fueron liberados, incluyendo la profesora Ersanli, quien también recibió el permiso para asistir a la reunión en Halle. Otra notica importante es que al menos en el continente americano las denuncias por violación a los derechos humanos de científicos y académicos han ido a la baja. Tan sólo hace una década, los investigadores guatemaltecos que determinaban la identidad de cadáveres en las fosas comunes aún eran amenazados de muerte. ¡Ojalá estemos viendo una tendencia de largo plazo en el continente americano!