Hace muchos años, en una universidad española, una profesora me decía que probablemente los latinos en España nos sentíamos mal escuchando el mal uso que hacían de su lengua sus habitantes, porque los latinos la usábamos con más propiedad.
Lastimosamente, ese concepto ya no es tan aceptable, por lo menos en nuestro país, donde los que más se escuchan, díganse políticos, profesionales de la comunicación y de la publicidad, deportistas, modelos y artistas, aspirantes a reinas de belleza, abogados, y hasta religiosos en sus predicaciones, son, en muchos casos, más de lo que nos conviene, desconocedores de algo que en otros tiempos no era tan frecuente: las reglas que rigen nuestra bella lengua.
Tal vez porque antes se leía más, y quien lee mucho aprende en forma natural ese buen decir, y ahora la televisión y la radio son los amos de la comunicación; tal vez porque los profesores de Español se preparaban mejor, y al expresarse ante los alumnos con más frecuencia, sin textos tan recargados que los alumnos deben leer y casi que comprender solos, para luego contestar tediosos cuestionarios, o porque en los exámenes, aun de Español, casi no se escribe, sino que se seleccionan las respuestas con una X; tal vez porque muchos maestros y profesores no se formaron en buenas universidades y tampoco leen obras clásicas (hace mucho en un curso que impartía pregunté cuántas obras habían leído en el año y la mayoría de los educadores, ninguna, o a lo más dos).
Costumbres. En tiempos pasados, el habitante de la ciudad se burlaba de la forma de hablar del campesino, que muchas veces utilizaba términos arcaicos, resabios de un español antiguo, como mi abuelita, que decía “ivernar” por invernar, o “endenantes” por desde antes, lo que en algún momento fue de uso corriente; pero hoy tenemos que sufrir cuando oímos a una “miss” o a una posible diputada que dicen “hubieron” y “habemos” en lugar del correcto “hubo” o “somos”, o a un posible candidato a la presidencia “me parece importantísimo de que…”, o “hacer de que los diputados…”, con desconocimiento total de nuestra gramática.
No podemos promover que todos estudien la Nueva Gramática de la Lengua Española, muy complicada para quien no es filólogo, pero sí que se tengan conocimientos básicos de sintaxis, concordancia, uso de preposiciones y verbos (especialmente la conjugación de los irregulares), lo necesario para un uso aceptable del idioma.
Es lo que pretendo con mi pequeño Manual para comunicadores que la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA) tuvo la gentileza de publicarme para ser distribuido gratuitamente a los medios de comunicación y que está basado en el análisis de los errores más frecuentes que se oyen y se leen en esos medios, aunque el tema no queda agotado en él.
La autora es filóloga.