“¿Para qué ir adonde un psicólogo, si por un dólar compro una aplicación para combatir el estrés?”. Un comentario como este, hecho en una conocida red social, es el que motiva la redacción de este artículo, pues evidencia desconocimiento sobre las limitaciones y los aportes de tales programas.
Las aplicaciones en tiendas virtuales catalogadas como “psicología” abarcan problemáticas tan distintas como el estrés, la depresión, el duelo y la estimulación cerebral, aunque posiblemente las relacionadas con estrés sean las más comunes y, por eso, serán objeto de este comentario.
Un error de conceptualización sobre el que se basan muchas aplicaciones para controlar el estrés parte del supuesto de que para todas las personas existe una serie de estímulos que provocan malestar (ej.: presas en el tráfico) y otros que provocan bienestar (ej: oír música relajante), y que si aplicamos estos últimos contrarrestaremos el efecto negativo acumulado a lo largo del día y con ello eliminaremos el estrés.
Richard Lazarus, un referente obligatorio en el desarrollo de las técnicas más actuales sobre el control del estrés, define este como “una relación particular entre la persona y el entorno que es valorada como desbordante o como algo que excede sus recursos y pone en peligro su bienestar”. El estrés es un proceso que varía enormemente de persona a persona; el tener como base creencias particulares sobre la capacidad para hacer frente a una innumerable cantidad de estímulos diversos limita cualquier intervención diseñada exactamente igual para cualquier persona: cada caso debe evaluarse individualmente, y toda intervención que se presente como efectiva y a su vez sea exactamente igual para miles de personas realmente tiene grandes limitantes.
Diagnóstico. Se conoce como restructuración cognitiva al proceso de identificación de patrones de pensamiento poco adaptativos y su sustitución por otros más adecuados. Por supuesto, no se trata de un procedimiento que la persona pueda resolver llenando un cuestionario electrónico, el cual le dará una descripción de un párrafo de su problema y cómo resolverlo. Es necesario un diálogo didáctico entre el o la profesional y el paciente, que permita abordar el tema a profundidad.
Es pertinente agregar que otras problemáticas de índole psicológico pueden agravar la situación de la persona. Por ejemplo, una persona que se encuentra sobrecargada de trabajo porque es incapaz de decirle “no” a sus superiores, amistades, familiares, etc. requiere, en su caso, efectuar un proceso de adquisición de habilidades sociales; detectar esa comorbilidad y tratarla es algo que no puede llevar a cabo una aplicación.
La relajación es un elemento importante del control del estrés; sin embargo, no el único, como se suele creer popularmente.
Aún con sus limitaciones terapéuticas, un aspecto positivo de las aplicaciones es que pueden resultar más atractivas para las personas más jóvenes para trabajar la relajación, ya que algunos de los ejercicios tradicionales les pueden parecer aburridos y monótonos.
Como conclusión, es necesario señalar que las aplicaciones pueden ser un complemento para algunos elementos muy específicos de la terapia, pero jamás llegan a tener la profundidad y, por tanto, efectividad que puede tener el tratamiento con un profesional de la salud mental.