Las condiciones que se presentan en nuestro país con el desempleo, la pobreza y la desigualdad deben necesariamente llamar nuestra atención. Actualmente, Costa Rica presenta una de las desigualdades más alta de América Latina. De acuerdo con el XIX Informe del Estado de la Nación, en los últimos 20 años, la desigualdad se disparó a tal punto que el ingreso del quintil más rico de la población es hoy 24,8 veces mayor que el ingreso del quintil más pobre.
Por ello, el nuestro se ha vuelto uno de los países más desiguales de Latinoamérica, como lo son Venezuela, Argentina y México, que ya es mucho decir. De acuerdo con el citado informe del estado de la Nación, el coeficiente de GINI, indica que Costa Rica entró a una etapa de elevada desigualdad. En lo que se refiere al desempleo, el aumento ha sido generalizado en los últimos años.
En 1990, el desempleo abierto en Costa Rica era de un 4.5 %; una década después, alcanzó el 5,1 % y, en el año 2013, llegó a un 7.8 %. Las víctimas favoritas del desempleo son las mujeres jóvenes.
Respecto a la pobreza, dicho informe confirma que, desde hace años, esta afecta un 20% de los hogares y, en algunos años el porcentaje es mayor. A esto podemos asociar el hecho de que las promesas de los partidos políticos para reducir la pobreza no se llegan a cumplir porque no se han implementado las políticas sociales que tengan efecto sobre este flagelo, que se nutre de la mala distribución de la riqueza, la ausencia de mejores oportunidades para los pobres, y la excesiva burocracia en instituciones de bien social.
Los puntos claves. Una reestructuración de las entidades de ayuda social es urgente. No se puede combatir la pobreza sin cambiar el enfoque de sus programas sociales, de forma tal que mejore la calidad de la educación, un motor para salir de la pobreza y combatir la desigualdad social. Se necesitan nuevos polos de desarrollo, fortalecer más las pymes y el sector agrícola. Es imperativo generar nuevas fuente de empleo, pero no solo en el sector industrial y de servicios, así como propiciar las condiciones que atraigan una mayor inversión extranjera proactiva.
Es pertinente realizar un análisis sobre el camino que ha seguido nuestro país y su impacto en el plano social, producto de la aplicación de políticas que favorecieron, especialmente, el crecimiento económico de ciertos sectores.
Por otro lado, en las últimas décadas hubo restricción del gasto público, especialmente en programas de ayuda social, junto con la incapacidad institucional para ejecutar los programas y proyectos que sí existían.
Si la prioridad nacional es solamente el crecimiento económico, se corre el riesgo de que olvidemos que la economía debe estar al servicio de las personas y del medio ambiente y no al revés.
La globalización económica debe incluir el elemento de solidaridad humana: solo así, se reducirá la pobreza y se disminuiá la brecha entre los que más tienen y los más desposeídos, en aras de la armonía y la paz social.