Por medio de la prensa y en un reportaje amplio de La Nación, del día martes 22 de marzo, nos hemos enterado del trágico accidente causado por un irresponsable conductor temerario, en el que la joven universitaria Daryl Cruz, de apenas 23 años –en la primavera de su existencia–, perdió las piernas.
Aunque la joven habla con gran resignación e inspirada por su creencia religiosa, lo cierto del caso es que no podemos ignorar el daño irreparable que ha sufrido en su cuerpo y en su estado emocional, secuelas que comenzarán a surgir en poco tiempo. Todo ello porque fue arrollada por “un picón en Pavas”, como lo describe el medio informativo.
Respetamos la referencia que la joven hace sobre el libre albedrío, el que consiste en escoger y decidir. Empero, esa libertad nos permite a todos valorar las consecuencias de nuestros actos y los peligros en que nos involucramos con conductas desplegadas en forma descuidada e ilegítima.
Ello amerita la sanción penal, la suspensión de la licencia de conducir (si la tuviera) y el pago de daños y perjuicios, aunque se genere un perdón misericordioso al ofensor.
La curiosidad de la joven en conocer lo que era un “pique” no justifica la ilicitud y la gravedad del acto de ese conductor irresponsable, quien condujo a gran velocidad el vehículo, el cual se tornó en una arma agresora y letal cuando perdió el control e invadió una zona que era segura para el peatón.
Hace poco la opinión pública fue informada de un accidente parecido en una esquina cartaginesa, donde los peatones pretendían cruzar una calle y fueron arrollados por otro auto.
Mal irreparable. Estos accidentes son verdaderos homicidios y lesiones según el caso. Causan, igualmente, graves consecuencias a las víctimas y a sus familiares. Sus vidas dejarán de ser iguales y serán introducidas intempestivamente en el campo de la tragedia y el dolor, así como el del amor incondicional de los seres cercanos a quienes les corresponderá el cuidado y el sostén emocional de la persona afectada.
La joven Cruz no podrá caminar más con las piernas con las que nació como niña sana. Ahora será minusválida por el resto de su vida, aunque la ciencia y la tecnología, eventualmente y después de mucho padecimiento, logren aliviarle la carga que comienza apenas a sentir sobre sus hombros.
Las piernas no le fueron amputadas por un padecimiento físico o un defecto congénito, sus piernas estaban sanas y listas para correr por la vida con normalidad. Ahora no podrá hacerlo porque el culpable de la tragedia se lo causó al darle gusto a la carnalidad y a la irresponsabilidad en una competencia deleznable, posiblemente para hacer alarde de algún tipo de hombría descalabrada.
Verdadero culpable. No, joven Daryl, aunque usted llegó al lugar porque fue su decisión, “eso” no tenía que pasarle. Su curiosidad no la hace culpable del accidente.
El culpable es el conductor irresponsable que se adueñó de la carretera con fines ilícitos y evidente imprudencia elevada a la máxima potencia.
Que el Señor la bendiga y le dé las fuerzas que necesita para seguir adelante, a usted y a sus padres. Y al culpable, perdónelo, pero este debe asumir las consecuencias de sus actos al incurrir en una conducta gravísima que pudo costarle la vida a su linda persona, algo que Dios no aprueba.
La autora es abogada.