La rebelión de un maestro universal

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Bastaron pocos meses para sopesar la valía de un maestro que sobrevivió cien años en este mundo, cuarenta de los cuales lo hizo en Costa Rica. Cada semana, por las tardes, lo visité en su casa. Él acostumbraba leer en voz alta algunos de sus artículos, capítulos enteros de libros, contar historias y hacer muchas preguntas. Amaba la enseñanza, amaba enseñar. Así pasaban las horas –una, dos, tres, cuatro– en conversaciones que para mí, aprendiz de brujo y mozalbete, eran un despliegue de sabiduría inolvidable. Me refiero a Francisco Álvarez González, mago en el arte de pensar y de vivir, y de sentir. Cuando transcurrieron los años, al leer su mayor obra – Reflexiones sobre la vida humana –, caí en la cuenta de que, en las tardes de aquellos días, él explicó, sin saberlo el aprendiz, la madurez de su aventura.








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