En su artículo del pasado 8 de agosto (“Es hora de desistir del PH Diquís”) el señor Rodolfo Echeverría Martín plantea sus puntos de vista en contra del Proyecto Hidroeléctrico El Diquís, en respuesta a un artículo publicado el 13 de julio (“Embalses sustentan diversidad de la matriz eléctrica”).
Aunque no compartimos las conclusiones a las que llega don Rodolfo, su artículo es valioso porque plantea asuntos importantes que deben ser discutidos. Sirve para alimentar un debate sano, necesario y constructivo sobre los retos que afronta el país en materia eléctrica.
La importancia de la regulación, entendida como la capacidad para contrarrestar la variabilidad de las fuentes renovables nuevas, no está en duda; tampoco debe estarlo la capacidad con que debe contar cualquier sistema de producción eléctrica de generar de acuerdo con los requerimientos de la demanda. El viento y el sol, que tienen un enorme potencial y costos de instalación cada vez menores, no tendrían ninguna utilidad en las redes eléctricas si el sistema no cuenta con la regulación que se logra con embalses o con plantas térmicas.
Las baterías, a pesar de su acelerado desarrollo, no se perfilan como una solución para el tipo de regulación que un sistema renovable –como el de Costa Rica– necesitará en el futuro. Un proyecto de energía renovable variable (ERV), como la solar o la eólica, produce energía de una calidad diferente a la que generaría El Diquís, y no se puede comparar por el costo unitario. Mientras que un proyecto de ERV aporta en forma intermitente, El Diquís, además de entregar energía, suministraría la regulación que necesitan esas otras fuentes para ser útiles.
El costo de brindar un servicio eléctrico ininterrumpido, con la calidad y la potencia que los clientes demandan en cada instante, comprende no solo el valor de los paneles solares o los aerogeneradores; involucra también las inversiones de todas las plantas de respaldo y de las que aportan regulación al sistema. Solo la integración de los diversos elementos permite la generación más económica, y El Diquís forma parte de esta matriz de mínimo costo.
El estudio del BID sobre penetración de ERV mencionado en los artículos anteriores confirma que, sin embalses adicionales, el costo de depender exclusivamente de las fuentes variables puede duplicarse en los planes del ICE.
Arenal y El Diquís. Es interesante hacer un paralelismo entre el Complejo Hidroeléctrico Arenal y El Diquís.
Al igual que ahora con El Diquís, en los 70, Costa Rica se enfrentó a retos de gran magnitud y disyuntivas importantes: debía hacer una gran inversión o, como insistían los organismos financieros internacionales, instalar plantas térmicas baratas y pequeñas, que permitirían una recuperación más rápida de las inversiones. ¿Más agilidad y menores riesgos?
Se debe notar que la potencia de Arenal era un 70% de la demanda máxima de aquella época, y que el producto interno bruto (PIB), en términos constantes, era la cuarta parte del actual. Afortunadamente, prevaleció una visión a largo plazo y hoy Costa Rica lleva más de 36 años disfrutando de la riqueza del embalse Arenal.
Con el tiempo se fueron agregando funciones adicionales al embalse, en respuesta a la evolución de las necesidades del país. Actualmente, las aguas de Arenal generan electricidad, propician el turismo local y extranjero, riegan la cuenca baja del Tempisque, alimentan granjas piscícolas y pronto abastecerán de agua potable buena parte de la provincia de Guanacaste.
Al igual que sucedió con Arenal, El Diquís se puede convertir en un motor de desarrollo para su entorno. La zona sur se beneficiaría de los encadenamientos económicos que están asociados a la construcción y la operación de proyectos hidroeléctricos.
Nuevas necesidades. En un futuro también podrán aparecer necesidades de agua que hoy no podemos prever. Cuando los efectos del cambio climático se manifiesten con mayor intensidad, los embalses serán las medidas de adaptación más eficaces y permitirán gestionar el agua para consumo, riego o energía.
El Diquís plantea grandes retos. La consulta indígena es tan solo uno de ellos. Las instancias gubernamentales responsables están concluyendo, con la participación de todas las comunidades indígenas, la construcción de un mecanismo que permitirá por primera vez aplicar esta herramienta en Costa Rica.
De no poner en operación El Diquís, el precio de la electricidad en el país será más alto y el suministro más vulnerable, por lo que se requerirá mayor participación de fuentes térmicas. A esto se adiciona que el costo de generación de una hidroeléctrica se reduce sensiblemente una vez que está pagada. Por ello, el costo actual del kilovatio hora proveniente de Arenal es de apenas $0,024.
El financiamiento de una obra de esta magnitud, la asignación de riesgos y la estructuración de un esquema viable para ejecutarlo tampoco son retos menores. Sin embargo, El Diquís merece ese esfuerzo. Ya el país enfrentó estos dilemas con Arenal, y supo cómo superarlos con grandes beneficios para la sociedad.
El autor es director de Planificación y Desarrollo Eléctrico, ICE