La crisis política y social que han venido experimentando varios países árabes, replantea el papel que los partidos religiosos podrían desempeñar en los procesos de transición que se avecinan, especialmente en Egipto.
En referencia a la Hermandad Musulmana se afirma en el editorial de La Nación del día 2 de febrero: “Hay, desde luego, muchas otras interrogantes, pero la preocupación de muchos es con el papel que podría llegar a desempeñar la Hermandad Musulmana, agrupación radical islamista de cuyo seno emergieron Hezbolá, Hamás y al-Qaeda'”. Al respecto, es necesario aclarar algunos puntos.
En el caso de la organización palestina Hamás, efectivamente hay un vínculo directo entre la rama palestina de la Hermandad Musulmana, establecida desde los años cuarenta y la fundación de Hamás en 1987. Sin embargo, en los casos del Hezbolá libanés y de al-Qaeda, la relación es muy diferente.
Hezbolá es una organización chiita que no tiene ningún vínculo significativo con la Hermandad Musulmana (islamista suní). Hezbolá nace a partir de la invasión israelí al Líbano en 1982, como producto de la creciente politización que experimentó la comunidad chiita libanesa y de la influencia de la Revolución Islámica iraní y las tesis políticas del ayatolá Ruhollah Jomeini. La Hermandad Musulmana no ha ejercido ninguna influencia en los chiitas de Líbano. Sí lo ha hecho entre algunas organizaciones suníes minoritarias de ese país como la Asociación Islámica (al-Jama'a al-Islamiya).
Matices. En el caso de al-Qaeda, la relación de esta organización terrorista con la Hermandad Musulmana se debe matizar. Si bien algunos de los mentores de Osama bin- Laden como el egipcio Muhammad Qutb o el jordano Abdulá Yusuf Azzam, fueron en algún momento miembros de la Hermandad, la renuncia explícita a la violencia que la Hermandad hizo desde inicios de la década de los setenta –después de años de estériles enfrentamientos con los gobiernos árabes– la enfrenta de manera directa con al-Qaeda.
La Hermandad Musulmana ha criticado los métodos violentos de al-Qaeda, a la que acusa de “dividir a los musulmanes”, mientras que líderes de al-Qaeda como Ayman al-Zawahiri han acusado a la Hermandad de “traicionar la Yihad” y otros como Abu Musab al-Zarqawi, incluso organizaron actos terroristas contra la rama iraquí de la Hermandad.
La Hermandad ha evolucionado con el tiempo. Reiteradamente, ha justificado la democracia con argumentos islámicos, afirmando que la “Ummah (la comunidad islámica) es la fuente de toda sulta (autoridad política)”. Hace poco, uno de los líderes de las Hermandad, el Sherif Abul Magd, afirmó al diario italiano La Stampa: “Un Estado islámico no está en conflicto con la democracia, pero el pueblo debería poder elegirlo”. De hecho, en unas elecciones limpias la Hermandad seguramente cosecharía una importante cantidad de votos, pero en el mejor de los casos no superarían el 30%, lo que necesariamente le impondría negociar con los partidos seculares, tal y como lo están haciendo en la actualidad.
Aunque formalmente ilegalizada, sus casi 500.000 afiliados, la constituyen en la única organización política capaz de movilizar a las masas con eficacia. En un eventual escenario democrático simplemente no se podría seguir excluyendo esta significativa voz de la oposición egipcia.
Al respecto, muchos estudiosos del islam político ven a la Hermandad como un antídoto contra al-Qaeda y sugieren que en un marco de pluralismo y democracia la Hermandad podría seguir el modelo del Partido de la Justicia y el Desarrollo, AKP, que ha demostrado en Turquía la compatibilidad de un programa islamista centrista, con las reglas e instituciones democráticas.
Sergio I. Moya Profesor, Escuela de Relaciones Internacionales, UNA