El turismo es una de las industrias más importantes de Costa Rica. Representa un 5% del PIB y, sumando sus encadenamientos con otras actividades, aporta, aproximadamente, un 12% a nuestra economía. El turismo genera alrededor de 100.000 empleos directos y $3.667 millones en divisas, lo que significa un 40% de las exportaciones totales del país.
Llegar ahí no ha sido casualidad. A lo largo de 20 años los diferentes gobiernos y el sector privado han entendido la importancia estratégica del turismo para la creación de riqueza, empleos y progreso social.
El país ha logrado mantener una política coherente a lo largo del tiempo que ha dado frutos. El posicionamiento en naturaleza y aventura, la certificación de sostenibilidad, la marca país, las conexiones directas con Europa y, más recientemente, el enfoque hacia el turismo de convenciones y de bienestar (Wellness-Pura Vida), constituyen eslabones de una estrategia pública y privada bien ejecutada.
De acuerdo con el Índice de Competitividad de Viajes y Turismo (ICVT), una publicación del Foro Económico Mundial con el apoyo del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (Clacds), Costa Rica tiene una competitividad turística intermedia. El país se ubica en el puesto 38 del ranquin, subió 4 puestos con respecto al 2015. Es la cuarta nación de América Latina en el ICVT, detrás de México (22), Brasil (27) y Panamá (35).
Entre los factores por los cuales destaca se encuentran la gran riqueza natural, la atención y servicio al turista, su priorización como política pública y la apertura de su economía.
Retos. El sector no está exento de retos. Al igual que la mayoría de las actividades económicas, el turismo sufre de las deficiencias de infraestructura vial y de transporte público. Aunque se ha avanzado mucho en infraestructura aeroportuaria, el crecimiento proyectado hace imperativo materializar los proyectos de construcción y ampliación identificados.
Asimismo, los costos asociados al crimen y la violencia son crecientes y, proporcionalmente altos para las pymes turísticas, mientras que la sostenibilidad ambiental, baluarte de nuestra estrategia, debe mejorar, sobre todo en el tratamiento de las aguas residuales. Más aún, la industria como tal debe superar los retos que plantea la estacionalidad, con valles pronunciados en nuestra temporada “verde” y la competencia creciente con destinos alternativos en la región.
Costa Rica se ubica como el destino n.° 1 y n.° 2 en turismo de naturaleza y aventura, respectivamente, de acuerdo con en el Lonely Planet Traveller’s Choice. La comparación relevante se da con países que ofrecen atractivos similares y están posicionados en los mismos segmentos. Dentro de este grupo de naciones se encuentran Perú, Bolivia, Nueva Zelanda, Islandia, Namibia y Bután. En los últimos años, Panamá y Nicaragua emergieron como competidores importantes.
Competencia. Para enfrentar la competencia, la innovación en la industria es fundamental. Por eso es muy importante los esfuerzos para atraer más turistas de diferentes destinos y perfiles.
Una de los proyectos más interesantes de los últimos años ha sido el apoyo a iniciativas privadas para establecer a Costa Rica como un destino de turismo deportivo. El Mundial de Fútbol U-17 Femenino, los campeonatos de surf, los maratones internacionales y, más reciente, el Ironman 70.3 son actividades novedosas para nuestro país que le permiten diversificar su oferta turística y atraer visitantes que, por lo general, se quedan más días y gastan más que el promedio. Estudios sobre el Ironman en Estados Unidos sugieren impactos económicos sobre las comunidades anfitrionas, que rondan los varios millones dólares por un fin de semana.
Para complementar sus logros, la sostenibilidad de la actividad turística necesita un incremento en los niveles de competitividad que le permitan generar derrames positivos a la sociedad y la menor huella ambiental posible. Por eso, el reto más importante sea, quizás, alinear la estrategia de desarrollo turístico del país a escala local, de forma tal que se materialicen en progreso social los ingresos que genera la actividad.
Para ello, el Clacds ha desarrollado para el ICT una herramienta de medición del progreso social en comunidades turísticas. Esta herramienta, catalogada como una de las mejores prácticas a escala global por la Organización Mundial de Turismo, establece una línea base que sirve para determinar prioridades y medir el impacto en el tiempo. La medición inicial arroja resultados esclarecedores.
En primer lugar, se observa que las comunidades con mayor progreso social han promovido la sostenibilidad ambiental y social de manera prioritaria, al tiempo que se notan mayores encadenamientos domésticos.
Segundo, resaltan negativamente las brechas en conectividad que se agudizan en los cantones y las localidades más alejados de la GAM, justo donde tenemos la mayoría del capital natural.
Tercero, los resultados muestran debilidades en la formación del capital humano, lo cual constituye un cuello de botella para el desarrollo de la actividad y coarta las oportunidades de los habitantes de las comunidades para conseguir empleos bien remunerados.
La ventaja de estos retos es que es posible abordarlos desde una posición de fortaleza y liderazgo. Pero es necesario hacerlo pronto para seguir disfrutando de los frutos de la actividad.
El autor es director del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (Clacds) del Incae.