Las recientes declaraciones de Edén Pastora en la televisión nicaragüense, cuando se refiere a nuestra fuerza pública como las fuerzas armadas costarricenses, que invadieron Nicaragua, trae a mi memoria la gesta histórica que el pueblo de Costa Rica vivió –una vez más– apoyando al sufrido hermano pueblo de Nicaragua durante la guerra sandinista contra el dictador Somoza. Usted sabe muy bien, Edén Pastora, que jamás, jamás esa guerra se habría ganado como se ganó, sin el frente sur, apoyado desde todo punto de vista, por el pueblo de Costa Rica
Ya se le olvidó cuando vivía en el barrio Los Ángeles en Cartago. Sus vecinos lo apoyaron hasta con la comida que se llevaba a la boca. Allí sí eran sus hermanos costarricenses, solidarizándose con su causa. Olvidó también que usted y sus hombres entraban y salían por la frontera norte nuestra –su frente sur como Pedro por su casa–, para descansar, y protegerse de la Guardia Nacional de Somoza.
Se le olvidaron a usted y a su amigo Daniel Ortega también las múltiples casas de seguridad que cientos de costarricenses prestaron para la recuperación de sus hombres y de nicaragüenses heridos en la guerra de liberación. ¿Se le olvidó, acaso, cómo nos convertimos en país receptor y despachador de armas, necesarias para la revolución sandinista? ¿No se acuerda que los colegas de una clínica privada le salvaron la vida por el atentado de la Penca?
Se le olvidaron, desde luego, los pertrechos que siempre recibió del pueblo de Costa Rica, que organizó ferias, bailes, rifas, conciertos y toda clase de actividades para recoger dinero y otros bienes, y entregarlos para convertir en realidad el derrocamiento de Somoza. Fueron millones de colones.
Como estudiante de medicina en esa época, presencié cientos y cientos y cientos de pacientes nicaragüenses atendidos, operados y recuperados en toda la red de la seguridad social de Costa Rica, que los atendió amorosamente. A nadie se le negó una cama, ni atención médica. ¿Se le olvidó que todo, absolutamente todo, se les dio gratuitamente? ¿Se le olvidó que todo lo pagamos nosotros, el pueblo de Costa Rica, gustosamente, sin importar el costo?
¿Se le olvidó a usted y a su amigo Daniel Ortega el número de compatriotas de ustedes que venían con leishmaniasis de montaña para curarse aquí? Yo los vi. Yo los conocí. Yo los recuerdo.
Aquí, en Costa Rica, se protegió y se educó a cientos de jóvenes adolescentes que vinieron huyendo porque, de lo contrario, se los habrían llevado forzados al ejército Sandinista de su otrora gran enemigo Daniel Ortega, para luchar contra “La Contra” , o sea, contra usted.
¿Ya se olvidó de los dineritos que recibía de la CIA? Le entrego una traducción libre del libro “Hostile Acts,US Policy in Costa Rica in the 1980s”, pág. 235 y otras: “Pastora era el comandante militar y Robelo el líder político, a ambos se les exigía que presentaran detalle de los costos al jefe de la CIA con vouchers de comida, alquileres, salarios, materiales de oficina, vehículos, aeroplanos, equipo militar, y tal. Los oficiales de “La contra” bromeaban diciendo: esta es la "única organización guerrillera en el mundo con un sistema de contabilidad corporativa”.
Come usted hoy en el mismo plato de Ortega, pero a mí no se me olvidan sus palabras de desprecio y recriminación, en mi presencia, en casa de un amigo mutuo, en los cerros de Aserrí, en los años 90, cuando usted hacía referencia a la piñata, a la repartición,a la traición de Daniel Ortega, Tomás Borge y todo el resto, pues, de la noche a la mañana, resultaron muy adinerados. Se aprovecharon de la gesta histórica de su pueblo, donde murieron miles y miles de personas, para seguir en lo mismo y solo cambiar de amo.
Si mi memoria no me falla, usted, para comer, trabajaba en esa época como pescador en aguas costarricenses. Esa noche, por cierto, que mencioné, sentenció usted: “Cuando a uno ya le salen canas en', ya no se cambia, ni se traicionan los ideales”. ¡Ah, tiempos aquellos! Usted se olvida rápido, yo no.
También recuerdo a su amigo Daniel Ortega en Nueva York con sus anteojos RayBan de oro, y recuerdo el carisísimo hotel que se pagaba con el hambre de su pueblo. ¿Cuáles serán hoy sus intenciones? ¿Qué pretende usted con esas declaraciones? ¿Con quién trata de redimirse?
Lo que usted siempre ha querido es ser presidente de Nicaragua. Ahora cree que, robándose un poco de tierra en Costa Rica, su gente se volverá en adoración para usted. Es un showman pasado de moda, que se vende hoy a quien le quitó el protagonismo de guerrillero, además humillado por Tomás Borge, en el segundo año del Gobierno sandinista en la plaza de la Revolución;
¿También se le olvidó? Hasta Dora María Téllez, que fue entoncestan o más valiente que usted, lo ignora. A usted ya nadie le cree. Esta tierra, que hoy cataloga “como invasora”, no solo le salvó la vida, sino que le dio de comer por años. Es que la relación con Nicaragua, la solidaridad con este pueblo data de hace más de dos siglos. Recuerdo a Carlos Fonseca Amador y los muchos, muchos amigos en Costa Rica que siempre le ayudaron.
Sabemos distinguir que una cosa es el pueblo y otra sus gobernantes. Flaca memoria tiene usted y poco agradecido. Aquí en Costa Rica decimos: “perro que come perro, no es buen perro”. ¡Sálgase ya de isla Calero, nadie lo invitó a Costa Rica!