Con injustificable candidez, mi amigo defiende una vez más Tesoro Directo. Mal por él. Pero peor por el mercado de valores local. Y es que el diablo siempre está en los detalles.
La fechoría de Tesoro Directo (TD) no está en el mecanismo de colocación, que puede ser por medio de los mercados organizados o en forma directa. Es que la ley requiere que sean instrumentos estandarizados.
Tampoco se cuestiona que las inversiones en Hacienda sean seguras, aunque no recomiendo en este momento comprar bonos de un emisor con tan serios problemas financieros. En todo caso, lo cierto es que es poco probable que el Gobierno deje de pagar sus deudas.
La fechoría de TD tiene tres vertientes: emite valores no estandarizados, bajo condiciones muy opacas y empobrece la gestión de las carteras de inversión.
Valores en serie. ¿Por qué importa que los valores sean en serie? Los instrumentos financieros se colocan, en general, a diversos plazos. Si las personas piensan que pueden necesitar los ahorros dentro de un año, por ejemplo, no colocarán sus fondos a dos o tres años. Pero si existe un mercado secundario amplio, profundo y continuo, estarán dispuestos a ahorrar a tres o incluso a cuatro años, porque cuando necesiten los fondos, saben que pueden vender el bono.
Si la gente coloca su plata solo a plazos cortos, el país no podrá financiar proyectos grandes. O sea, si no hay un mercado secundario, por un lado los inversionistas solo recibirán tasas bajas y, por otro, no habrá fondos para proyectos importantes (represas, carreteras, etc.). La sociedad como un todo pierde, porque sus recursos estarán siendo invertidos pobremente.
La colocación de instrumentos estandarizados obliga a que la colocación sea uniforme. A todos nos pagan la misma tasa, para un mismo tipo de bono. La opacidad de TD sugiere que podrían existir inversionistas más iguales que otros.
Colocación arbitraria. Esa conducta se presta, además, para que las condiciones de colocación respondan a los criterios particulares del funcionario decisor, dependiendo del humor de ese día, sin reflejo de las condiciones de la economía. O sea, es una colocación que podemos llamar arbitraria, para decir lo menos.
Una curiosidad (¡audacia!) de TD es que existe la posibilidad de que los instrumentos colocados por ese medio sean redimidos antes de su vencimiento. De nuevo, las condiciones de redención anticipada pueden ser arbitrarias. Pero además surge una duda: ¿cómo registra el inversionista un instrumento a un año plazo, si sabe que puede ser redimido en cualquier momento? ¿Es una activo a la vista? ¿Y cuánto vale en la contabilidad un activo de ese tipo?
Los instrumentos estandarizados permiten que se genere un mercado secundario, permiten que haya fondos a más largo plazo para proyectos de inversión, permiten que las condiciones de colocación sean más objetivas y permiten que la negociación posterior sea pública. Todo este proceso facilita precios, formados por la libre interacción de compradores y vendedores.
Y todo este acervo de información se usa para valorar portafolios de inversión, como los de los fondos de pensiones.
Empobrecimiento. Las personas que cotizan, en especial los más pobres, suponen que sus ahorros están siendo administrados con base en criterios técnicos, objetivos e informados. Si la tesorería coloca “a como le da la gana”, pensando exclusivamente en su problema, los gestores de los fondos terminarán haciendo lo que ya están haciendo: invertir en el extranjero, en mercados más eficientes. Una vez más, la sociedad costarricense como un todo se empobrece.
Por lo tanto, la estandarización de las emisiones de la deuda pública no es un detalle menor, es una práctica generalizada en los mercados ordenados.
En la medida en que Hacienda no estudie y comprenda la gravedad de su actuación, está condenando a los amplios sectores de asalariados del país a un manejo lejano al óptimo de sus pensiones. Y eso es una fechoría mayor.
Nadie levanta la voz por los futuros pensionados, y más bien cantamos alabanzas a la “audacia” de una Tesorería que se limita a atender un problema inmediato.
Nada de esta disciplina agrada a los señores de la Tesorería. Sin duda. Pero su actuación tiene un inmenso y prolongado efecto sobre toda la colectividad, peor aún si un expresidente del Banco Central los alaba, por las razones que sea.
Por eso los países promulgan leyes que sometan a los funcionarios públicos a adoptar normas de comportamiento, al igual que lo hace con médicos o policías.
El autor es economista.