A Mohamed Morsi le ha durado tan solo un año la corona. Llegó a la presidencia de Egipto tras una revolución que derrocó el régimen de Hosni Mubárak, pero la misma plaza Tahrir que le aupó le ha despojado del poder con la intervención del Ejército, dadas las interminables manifestaciones en su contra.
Victoria y caída. Morsi ganó en los primeros comicios presidenciales democráticos en Egipto y despertó temores en los sectores más opuestos al islam político y entre la minoría cristiana, aunque sus primeras decisiones, como apartar a la cúpula militar que gestionó el país tras la caída de Mubarak, fueron recibidas con aprobación. Es decir, Morsi pretendió reducir el poder de los militares, lo cual en muchos países del mundo tiene como resultado los golpes de Estado. Sin avances en sus promesas electorales, pero sin grandes fracasos, las protestas contra Morsi estallaron el pasado 22 de noviembre del 2012, y desde ahí han sido interminables. Ese día, Morsi blindó sus poderes ante la justicia hasta la entrada en vigor de una nueva Constitución con una fuerte influencia de los Hermanos Musulmanes, a quienes Morsi se debía mucho, lo cual motivó grandes protestas de la oposición, que lo calificó de "nuevo faraón".
Desde entonces fue incapaz de conseguir sentar en la mesa de negociaciones a la oposición, encabezada por Mohammed El-Baradei, quien, al parecer, en ese momento de las elecciones era el favorito. Sin embargo, la misma oposición nunca mostró demasiadas intenciones de dialogar. La división en el país, agudizada por las duras condiciones económicas generadas por la caída del turismo y de la inversión extranjera, fue en aumento hasta las masivas manifestaciones para pedir su renuncia y la convocatoria de elecciones anticipadas. Las amenazas de los militares de exigir a Morsi un acuerdo con la oposición, algo imposible de lograr, pues esta también exigía su renuncia, dio paso a la sorprendente irrupción de las Fuerzas Armadas para dar fin al gobierno de Morsi.
En su último discurso a la nación, un presidente nervioso y desafiante invocó decenas de veces su legitimidad para intentar evitar lo que ya parecía inevitable: el golpe de Estado que le ha apartado del poder. El Ejército egipcio cumplió su amenaza y derrocó al presidente, Mohamed Morsi, sustituyéndolo por el presidente del Consejo Constitucional, Adly Mansur, quien deberá convocar y supervisar las próximas elecciones presidenciales, y momentáneamente suspendió la Constitución. El propio jefe del Ejército, el general Abdel Fatah al-Sisi, se encargó de anunciarlo a través de un mensaje televisado, dejando claro que los militares se encargarán, de nuevo, de dirigir el proceso, y dejando a los opositores las matizaciones posteriores. Por otra parte, según el comunicado militar, “un comité se encargará de examinar las propuestas para reformar la Constitución”, con el fin de restar influencia al “islam político”.
En esta nueva crisis política en Egipto, el máximo representante de la oposición, El-Baradei, aplaudió el golpe porque “responde a las aspiraciones del pueblo”. En otro orden de cosas, quizá es la oportunidad de El-Baradei de convertirse en presidente de Egipto. La oposición encabezada por El-Baradei se había reunido con el jefe del Ejército unas horas antes para seguir los pasos del golpe y la posterior “hoja de ruta” preparada por los militares. El líder opositor, acompañado del “Papa” de los cristianos coptos, Tawadros II, y el jeque de la mezquita de Al-Azhar, máxima autoridad religiosa sunita, Ahmed el-Tayeb, apoyaron el levantamiento militar y solicitaron la convocatoria de elecciones presidenciales. Sin embargo, Morsi, elegido democráticamente, instó a todos a que se adhirieran a la vía pacífica para evitar un derramamiento la sangre; y a los altos mandos militares y a los soldados, a que cumplieran con la Constitución y la ley, y no respondieran al golpe de Estado. El anuncio del golpe desató una explosión de júbilo entre los millares de opositores que lo esperaban concentrados en la plaza Tahrir, símbolo de la revolución egipcia que acabó con Mubárak
El peso de los militares. Este golpe no traerá la paz en Egipto, pues la tensión puede aumentar, ya que los Hermanos Musulmanes, también por millares en la calle, denunciaron que se trata de una “conspiración contra la legitimidad”, de un golpe de Estado militar contra la voluntad popular, que devuelve a Egipto al “despotismo”. La Hermandad islamista señaló que “millones de egipcios en las plazas de Egipto han comenzado una vigilia en apoyo a la legitimidad”, rodeados por las fuerzas armadas con el fin de impedir que la concentración en apoyo de Morsi se extendiera a otras zonas. Al parecer, aumentaron los enfrentamientos entre partidarios y opositores de Morsi en las manifestaciones masivas en todo el país. La “hoja de ruta” implicaría, en estrictos términos de seguridad, según el diario Al-Ahram, que las personas que se opusieran serían sometidas a “arresto domiciliario” antes de ser juzgadas por “tribunales revolucionarios”, lo cual evidencia que los militares estarán actuando con todo el rigor, principalmente al dejar sin efecto la Constitución.
De hecho, a las pocas horas, los militares irrumpieron en la sede de la televisión de los Hermanos Musulmanes. Horas antes de materializar el golpe, el Ejército ya había ocupado la televisión estatal y puesto bajo vigilancia de las autoridades. A la vez, desplegaron sus vehículos blindados por otros puntos de El Cairo antes de que concluyera el ultimátum que habían dado al Gobierno. El Ejército prohibió salir del país tanto a Morsi como al vicepresidente del Partido Libertad y Justicia (PLJ, vinculado a los Hermanos Musulmanes), Esam el-Erian, y al del partido islámico Al-Wasat, Esam Sultan, bajo la acusación de la evasión de la prisión de Wadi Natroun en el 2011, donde fue encarcelado por el régimen de Mubárak, sostenido por los propios militares. Lo que se teme es que, en estos tiempos, ningún golpe de Estado militar puede tener éxito delante de una fuerza popular de tamaño considerable, sin derramamiento de sangre.
Futuro incierto. El escenarioquese vislumbra para el país africano es bastante incierto, por lo que no se descarta que los Hermanos Musulmanes (coalición gobernante) opten por enfrentamientos armados que concluyan en una guerra civil, y que tengan como consecuencia una fuerte represión de las fuerzas armadas. Conforme avancen los días, se podrá tener una mayor certeza de lo que sucederá en el país. La incertidumbre depende de si este golpe de Estado va a volver a un mubarakismo sin Mubárak, lo que sería un nuevo desastre para la sociedad egipcia. Quien tenga el poder de aquí en adelante, deberá llamar a elecciones en no menos de seis meses o un año. LasFuerzas Armadasvan a conducir esto a un proceso de elección, y… ¿si la vuelven a ganar los Hermanos Musulmanes? Egipto está en un punto ebullición entre el júbilo por la salida de Morsi y la incertidumbre. Lo que está en juego es mucho, debido a lo que significa Egipto en la región por su importancia geoestratégica, por su tradición y por ser un referente del mundo árabe.
Sobrelas causas que llevaron a esta nueva caída hay dos puntos importantes: la prohibición de espacios de libertad y la difícil situación económica que enfrenta el país, aspectos que se mantuvieron con el gobierno de Morsi. Este fue un gobierno que tuvo que ver con una transacción entre las Fuerzas Armadas y la Hermandad Musulmana, pero, al mantenerse la situación caótica desde el punto de vista económico, la gente se lanzó de nuevo a la calle. En lo que respecta a las Fuerzas Armadas egipcias, siempre han tenido un rol preponderante en la política del país, y han estado manejándolo y conduciéndolo desde la revolución de julio de 1952, y lo demostraron una vez más con la caída de Morsi. El Ejército egipcio nunca ha dejado de estar en el poder. Lo que pasa es que solo el tiempo dirá si este golpe de Estado va a ser a favor de las demandas populares o una fórmula para mantener con cierta estabilidad a Egipto.