El pasado 11 de abril conmemoramos, una vez más, el acto heroico de Juan Santamaría y la Campaña Nacional de 1856, considerada la gesta patriótica más importante en la historia costarricense, después de la independencia.
Costa Rica, por primera vez, luchó para defender la libertad de su pueblo y su soberanía, al expulsar a William Walker y los filibusteros, que pretendían extender sus dominios a toda Centroamérica y convertirla en un imperio esclavista.
Otro hito histórico de la lucha por la libertad es la festividad de Pesaj o Pascua judía, conmemorada en esta misma época del año. En esta celebración se recuerda la salida de los hebreos de Egipto, huyendo del lugar en el que eran esclavizados.
Pesaj fue el evento con el que nació el pueblo judío como nación, unido para lograr un objetivo común: gozar de plena libertad respecto a sus opresores y llegar a la tierra prometida de sus antepasados, convirtiéndose en la primera manifestación del derecho de libre determinación de los pueblos. Este derecho de autodeterminación, plasmado en la Carta de la ONU, es el que le permite a todo pueblo decidir su propia forma de gobierno, estructurarse libremente y perseguir su desarrollo económico, social y cultural.
En ejercicio de ese derecho, en 1897 se celebró el primer Congreso Sionista, que sentó las bases del movimiento de liberación nacional del pueblo judío para establecer un Estado independiente en su patria ancestral.
Este movimiento culminó con la resolución 181 de la ONU, aprobada en 1947, que recomendó la partición de Palestina –donde convivían árabes y judíos– para crear un Estado judío y un Estado árabe. Los judíos la aceptaron y fundaron en 1948 el Estado de Israel. Sin embargo, los árabes la rechazaron, por lo que ese Estado árabe nunca se fundó.
Creo firmemente que los palestinos, en ejercicio de su derecho de autodeterminación, merecen el establecimiento de un Estado palestino libre, soberano y democrático. Sin embargo, sus líderes han sido los principales responsables de que ese objetivo no se haya alcanzado aún, no obstante que el pueblo palestino sí lo anhela.
Líderes inspiradores. No existe un solo pueblo en la historia que haya logrado su autodeterminación sin un líder que lo inspire y convenza de que esa libertad a la que aspiran es posible. Ese líder costarricense en la Campaña Nacional de 1856 fue Juan Rafael Mora Porras. Ese líder que liberó a los judíos de la esclavitud en Egipto fue el bíblico Moisés. Esos líderes judíos que impulsaron la creación del Estado de Israel fueron Theodoro Herzl y David Ben Gurión.
Sin embargo, no ha habido un líder árabe-palestino que logre alcanzar ese sueño para su pueblo y, más bien, parecen perpetuar su condición actual. Los líderes árabes son los que rechazaron el Plan de Partición de la ONU, que recomendaba la creación de un Estado árabe. Son los líderes palestinos los que declinaron varias propuestas de paz, por empecinarse en no reconocer a Israel como Estado judío.
Muchos de esos líderes palestinos son los que, tras la retirada unilateral de Israel de Gaza, en lugar de procurar el desarrollo de su pueblo, optaron por disparar 8.000 misiles contra civiles israelíes para mantener el estado de guerra, utilizando a su propio pueblo como escudo humano. Esos mismos líderes son los que promueven el terrorismo y la yihad islámica, para que jóvenes palestinos se inmolen con bombas para aniquilar judíos.
También muchos líderes palestinos siguen inculcando a sus niños el odio y la violencia en las mezquitas y escuelas, en lugar de promover en ellos un sentimiento de paz y reconciliación.
Deseos. En la época de Pesaj se acostumbra a enunciar deseos. El mío es que, finalmente, surja un líder palestino que procure, de manera sincera, el establecimiento de un Estado democrático para su pueblo y reconozca a Israel como Estado judío, para que ambos vivan en paz, y con fronteras seguras, por el bienestar de ambos pueblos.