¿Cuál es la razón por la cual los partidos políticos den tan poca importancia a los jóvenes en sus programas de gobierno? Lo contradictorio es que en sus discursos aparentan estar preocupados por la situación de esta población, pero sus propuestas distan de la realidad que esta enfrenta.
De acuerdo con las diferencias de edades que se plantean cuando hablamos de juventud, podríamos dividirlos en dos grupos: de 10 a 25 años, adolescentes y adultos tempranos, aproximadamente un 28% de la población; y los de 25 a 35 años, un 10 % adicional. En total, las personas de 10 a 35 años son aproximadamente el 38 % de nuestra población.
Dentro de las más importantes dificultades que enfrenta el primer grupo, está la definición de estilos de vida y las falencias en educación y salud. Estilos de vida porque es en esta etapa cuando consolidamos hábitos de alimentación, de consumo, de ejercicio y la construcción de un proyecto de vida.
En educación, el que solo el 50 % de las personas entre los 18 y 24 años concluyan el bachillerato, que solo el 19 % tenga acceso a la educación superior y 300.000 adolescentes y jóvenes no estudian ni trabajan, es un acumulativo y superlativo fracaso del país.
Afectación a largo plazo. En salud, lo que se ha dejado de hacer en atención, promoción y prevención en la adolescencia, no solo afecta a este grupo, sino a las otras edades: el sobrepeso y la obesidad, que presenta cifras de un alarmante 34 % en la infancia, se convierte en un 60 % en las personas mayores de 22 años, y de aquí se derivan los otros problemas que empiezan a aparecer desde la adolescencia: un 12 % de diabéticos tipo 2, un tercio de hipertensos y un 45 % con alteración de los lípidos en la población adulta en general. No son casuales las cifras alarmantes de personas jóvenes con infartos de miocardio o cerebrales y sus consecuencias.
En el mismo sentido, cuando se revisan los datos de muertes prematuras por violencia, suicidios, homicidios y accidentes de tránsito, es impactante el aumento significativo del número de víctimas al pasar de la adolescencia al grupo de 20 a 25 años, reflejo del abandono y de todo lo que se dejó de hacer en etapas previas.
Se ha convertido casi en una profecía el que iniciando la adolescencia, la probabilidad de empezar la vida adulta con daño a la salud es muy alta.
Comenzar temprano. Es en este grupo de edad, de los 10 a 25 años, en donde es prioritario contar con una fuerte intervención en salud integral desde la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), con servicios diferenciados y de fácil acceso, que garanticen acciones de promoción, prevención y atención de verdadero impacto y, por otro lado, un Ministerio de Salud con acciones regulatorias vigorosas nutricionales (control de comida chatarra), espacios seguros para práctica de deportes y vacunación, entre otros.
Desempeña también un papel estratégico en esta coyuntura el Patronato Nacional de la Infancia con la población adolescente en alto riesgo social y en donde las acciones deben integrarse a una política pública liderada por esta institución.
La Junta Directiva de la CCSS ha dado un primer paso significativo al solicitar a un equipo técnico profesional institucional la elaboración de una política de atención a adolescentes, que aunque se ha atrasado, pareciera tener viabilidad y puede convertirse en un auténtico cambio cualitativo.
En educación, el reto es enorme, pues hay que dar respuesta a las tres principales razones por las que los estudiantes son excluidos del sistema educativo: problemas socioeconómicos, insatisfacción con el sistema y calidad de los educadores.
El primero de ellos se ha abordado con diversas estrategias y, probablemente, si continúa el programa de Puente para el Desarrollo se traduzca en cambios positivos a mediano plazo; en el segundo aspecto, convendría escuchar a los adolescentes y reforzar metodologías novedosas, que incluso incorporen las necesidades fisiológicas de ellos, por ejemplo, la hora de entrada a clases. También es evidente la necesidad de filtros más estrictos para la contratación de personal del MEP.
En el grupo de edad de 25 a 35 años, el desempleo es probablemente el principal problema que angustia y afecta. Es un contínuum que se inicia con la exclusión escolar y el desempleo, y se completa el círculo macabro de la pobreza, la desigualdad, las conductas de riesgo y, con frecuencia, las conductas delictivas, entre ellas el narcotráfico.
Sin agotar el panorama, ¿será posible que nuestros candidatos presidenciales y sus asesores se asomen seria y empáticamente a esta realidad?
El autor es pediatra.