El círculo de pobreza afecta a una cuarta parte de nuestra población. Condición que está muy ligada a la falta de educación, empleo y situación socioeconómica. Y no disminuye a pesar de la gran cantidad de recursos que se invierten en programas de atención directa y asistenciales.
El desempleo en Costa Rica afecta al 10,1% de la población, lo que significa 217.000 costarricenses sin trabajo. Cifra que se vuelve dramática cuando analizamos que hay un 25% de desocupación en el grupo de jóvenes entre 15 y 24 años.
Solo el 47% de este grupo ha completado la secundaria. Además, cerca de 800.000 trabajan y estudian debido a sus problemas socioeconómicos.
Más de 110.000 estudiantes tienen alta incidencia en repetir años de estudio y hay más de 150.000 que no estudian ni trabajan. El presupuesto de educación se sitúa en el 7,2% del PIB, más del doble que hace 15 años, pero los resultados no son satisfactorios. Nuestra calidad educativa es deficiente y prueba de ello son las evaluaciones hechas por PISA de la OCDE.
Vivimos en Costa Rica un desempleo informal creciente, que se sitúa en un 35%. También debe preocuparnos la falta de movilidad social, que cada vez está más ligada a la falta de oportunidades y de preparación, que exige un mercado más competitivo. Las posibilidades de trabajo de nuestros jóvenes dependen más que nunca del nivel y calidad de sus estudios.
Es una realidad que la tecnología y el inglés son elementos claves para lograr un buen trabajo. La vinculación entre la formación técnica o profesional y la demanda de trabajo es básica. No obstante, la mayoría de las empresas privadas, que generan el 85% de los empleos, argumentan que no tienen vínculos con los centros de educación técnica ni de formación profesional.
Más del 50% de los empleadores aseguran que no encuentran en la oferta de técnicos y profesionales lo que demandan sus empresas. De 50.000 profesionales y técnicos graduados cada año, solo el 17% domina o al menos tiene un nivel intermedio del idioma inglés.
Son cada vez más las empresas que demandan una mayor cantidad de técnicos bien calificados. El Ministerio de Educación Pública (MEP), con 27 colegios técnicos y 53 especialidades, no suple la demanda del mercado. Tampoco lo hacen el INA y otras instituciones.
El INA. El Instituto Nacional de Aprendizaje fue creado en 1965. Su misión era concentrarse en capacitar trabajadores y en la formación técnica de aprendices.
Sus ingresos provienen del 1,5% de las planillas de los patronos de servicios e industria y un 0,5% de patronos agrícolas.
El presupuesto anual del INA es de ¢100.000 millones, y el 70% es generado por el sector privado. El 34% de la planilla del INA se va en administración.
El INA gradúa 10.000 técnicos al año e imparte cursos cortos a 20.000 alumnos. Lo preocupante de estas cifras es el costo por técnico.
En 50 años de existencia, el INA no ha logrado renovarse a la velocidad que se transforma la economía. El 30% de los empresarios considera que la oferta académica de la institución no cumple con sus requerimientos y el 43% del empresariado no conoce la oferta curricular.
Además, solo el 30% de los egresados del INA provienen de zonas de bajo desarrollo y apenas el 3% del presupuesto se concentra en las nuevas tecnologías de la información y comunicación y la enseñanza del inglés.
De acuerdo con la Contraloría General de la República, la situación actual del INA es la de una institución poco eficiente. Esto exige un replanteamiento institucional.
El mercado laboral cambió totalmente en los últimos 20 años y el INA no ha mostrado capacidad ni flexibilidad para ofrecer los técnicos que requiere el país, en un mercado globalizado, que exige alta productividad y capacidad de reinventarse.
Con 52 centros de formación, la institución ha crecido en gastos administrativos, con más de 700 puestos administrativos y cursos obsoletos, los cuales exigen una readecuación o cerrarse, según sea el caso.
La innovación. Las etapas de desarrollo de un país como Costa Rica implican pasar de una economía intensiva en mano de obra a otra basada en tecnología e innovación, con altos valores agregados, donde lo que prevalezca sean los conocimientos.
De aquí la importancia de que las instituciones educativas hagan las transformaciones que exigen los nuevos modelos de desarrollo.
Es imperativo que nuestro país, desde ahora, ofrezca a su juventud programas bilingües de alta tecnología. Este requerimiento del mercado y modelo de desarrollo nos obliga a una educación politécnica, de alta calidad, flexible y con equipo de punta, para brindar diplomados especializados con el perfil que requieren nuestras empresas. Diplomados que sirvan de puente para que puedan continuar sus estudios en las universidades públicas y privadas.
Nuestro país está urgido de una transformación y mejora continua en la formación académica, si quiere seguir siendo competitivo.
Hoy los servicios y la manufactura intensiva en capital con mayor valor agregado representan nuestra realidad. La Universidad Técnica, los colegios técnicos y el INA son claves para capacitar a la gran cantidad de tecnólogos y profesionales de nivel medio que las industrias y los centros de servicios requieren para crecer.
El sector privado y el Gobierno deben trabajar conjuntamente con las instituciones educativas para capacitar la mano de obra en el conocimiento y las habilidades, que impulsen el crecimiento de la economía.
Educación dual. El INA y otras instituciones tecnológicas deben combinar la formación de los alumnos con la práctica en las empresas.
Los alumnos deberían trabajar en las empresas tres días y dedicarse al estudio otros tres, en el centro de enseñanza. La formación teórico-práctica debe extenderse al menos durante tres años.
El que financia los recursos del INA es el sector privado, por lo tanto, debería liderar o incidir en las principales metas de esa institución, sobre las necesidades de la educación técnica.
El modelo de educación dual asegura una formación integral del estudiante, pues mezcla la teoría con la práctica.
El incentivo será que las empresas se involucran en los currículos de estudio y, al final, les aseguran un trabajo a los estudiantes, dependiendo del esfuerzo y capacidad.
El sistema de formación profesional dual se dirige a la gente joven, que es la más necesitada.
La formación de los técnicos debe prever la posibilidad de reconocimiento en las universidades públicas y la formación continua. En el sistema dual, las empresas contratan a los estudiantes, les pagan un salario y el horario de formación, que deberá estar reglamentado y sujeto a condiciones puntuales. En Alemania, un técnico calificado se equipara a un bachiller universitario.
Estos cambios y flexibilidad son claves en tiempos de gran competencia. La innovación y la aptitud son claves para el INA. Son muchos recursos que el sector privado y público deben administrar en forma eficiente.
La desocupación y la informalidad nos debe llamar a la reflexión. Si queremos abatir los problemas sociales, necesitamos mano de obra calificada y un sector productivo generando nuevos empleos.
El autor es ingeniero.