Deseo compartir hoy con los lectores algunas reflexiones respecto a “las izquierdas del capitalismo” en América Latina.
Fosilizados. Frente al ascenso electoral de las izquierdas latinoamericanas, los grupos políticos de centro, centro-derecha y derecha están confundidos. No comprenden el fenómeno, lo atribuyen a causas que no son tales, y emplean consignas eficaces hace 40 años, pero insuficientes en los nuevos escenarios de la región. Los liderazgos tradicionalistas de estos movimientos, prisioneros en cubículos mentales envejecidos, y con poca o nula ilustración teórico-intelectual, no han asimilado las victorias de las izquierdas. De ahí que se les vea deambular con los mismos rostros, lenguajes e ideas, incapaces de innovar y sintonizar con las juventudes. Fosilizados están.
Nada fuera del sistema. Las izquierdas políticas no representan una alternativa de ruptura frente al capitalismo: expresan distintas formas de ese sistema socio-económico, llámesele capitalismo burocrático, de Estado, de Estado dictatorial, de militares, de compadrazgos, hereditario o social-estatista. Cualquier segmento de izquierda, por lo tanto, funciona dentro de los parámetros capitalistas. Este hecho se origina en tres causas: primera, el socialismo es una idea regulatoria de carácter ideológico, útil en el plano de la manipulación emocional, pero inútil en cuanto a las vías concretas para la construcción de otro tipo de sociedades; segunda, el socialismo se presenta como un ideal ético embrionario, mucho menos profundo e integral que otros planteamientos éticos de origen secular y/o religioso, como son la ética laica, confuciana, taoísta, judía, cristiana, islámica, budista, etc.; y tercera, lo que se denomina “capitalismo” ha mostrado poseer extraordinarias capacidades de innovación y transformación interna.
En apoyo a la tesis indicada, recuérdese que la auto-gestión de productores libremente asociados sin intervención estatal –que Marx perfiló en su idea de socialismo, y que lo llevó a calificar como “comunismo vulgar” y “dictatorial” a la propiedad estatal– es una posibilidad entre otras del actual desarrollo capitalista; y lo mismo cabe afirmar de modalidades socio-productivas como la co-propiedad de medios de producción y las empresas cooperativas.
Lo dicho implica que muchos de los diagnósticos sobre las dinámicas de las sociedades capitalistas están desorientados, y que las transformaciones de estas sociedades se han originado en su lógica evolutiva, y no en iluminadas rupturas de iluminados redentores.
Tonos del rojo. En el marco de lo escrito cabe perfilar cuatro tendencias de izquierda en la región: una izquierda pragmática y políticamente liberal (Chile, Uruguay, Brasil); otra izquierda también pragmática, pero no tan liberal (Nicaragua, Ecuador, Bolivia); una izquierda cuasi-dictatorial y dictatorial (Venezuela y Cuba), y una izquierda extrema a la que se le puede calificar como “infantilismo de izquierda” en el capitalismo. A propósito de esta tipología de las izquierdas latinoamericanas, conviene preguntarse en cuál tendencia se ubica el Frente Amplio costarricense (FA), algo que no fue aclarado en el anterior proceso electoral, y respecto a lo cual se conocen señales ambiguas e incoherentes.
Volviendo al tema principal, se debe tener presente que en las izquierdas latinoamericanas, también en el FA, influye o ha influido la siguiente cosmovisión socio-económica. El capital –se dice– es una relación de producción cuyo núcleo es la creación de valor, de valor incrementado y de riqueza social. Su fórmula general es D-M-D^ (dinero-mercancía-dinero), pero el dinero obtenido al final del proceso de creación de riqueza (D^) es mayor que el inicial ¿Dónde se origina este incremento? Esto ocurre –se argumenta– en el proceso de producción, y proviene de una mercancía que genera un valor económico mayor al requerido para su subsistencia ¿Qué mercancía es esta? La fuerza de trabajo de los obreros fabriles y de los campesinos proletarizados. Esta fuerza es la fuente de la riqueza que se apropia el propietario de los medios de producción, lo cual constituye un robo, pues el crecimiento del valor se origina en la fuerza del trabajo y no en el dueño de la propiedad. La conclusión a la que llega el razonamiento descrito es diáfana: quienes se roban el incremento del valor deben ser expropiados.
Cuando las izquierdas intentan traducir este enfoque al ámbito de las políticas económicas y sociales, se producen efectos desastrosos, combinados con odio social y dictadura política (los casos de Venezuela y Cuba son paradigmáticos), y es en ese momento cuando algunos segmentos de la izquierda abandonan la teoría de la expropiación de los expropiadores e interiorizan el keynesianismo, el neo-keynesianismo o el liberalismo. El carácter falaz de la cosmovisión socio-económica de base contribuye a este resultado, tal como se deriva de las tres observaciones siguientes:
Primera: Si bien la fuerza de trabajo origina la riqueza, es unilateral y arbitrario sostener que solo la del proletariado cumple esa función. Profesionales liberales, empresarios, emprendedores, intelectuales, empleados públicos, pequeños y medianos propietarios, padres y madres de familia, etc., también contribuyen en la creación de valor y riqueza social.
Segunda: Debe hablarse, por lo tanto, de co-creación multi-clasista de valor y riqueza, y determinar el proceso de su incremento como resultado combinado de la producción, la distribución, el consumo y las interacciones con el orden jurídico-político y socio-cultural. Es equivocado asociar la creación de riqueza solo a un segmento de la población, y luego decir que ese segmento es víctima de robo.
Tercera: La fuerza de trabajo no es una mercancía, sino una propiedad de la persona en cuanto interactúa socialmente. El concepto cardinal no es fuerza de trabajo, sino centralidad de la persona.
A la luz de estas puntualizaciones, se entiende por qué las izquierdas abandonan la teoría de la expropiación de los expropiadores, excepto en los Gobiernos de Venezuela y Cuba, donde una tecno-burocracia político-militar-sindical usufructúa del Estado como si este fuese su propiedad privada.
¿Qué pasa en el centro? Entre tanto, ¿qué ocurre en el bloque liberal-democrático, de centro y centro-derecha? En el ámbito teórico, muy poco, casi nada, y en el terreno político-electoral es previsible su retorno al ejercicio del poder estatal, pero, si esto sucede sin interiorizar las lecciones de los últimos años, estaríamos en presencia de otro cuento.
En Costa Rica, el Partido Liberación Nacional (PLN), la Unidad Social Cristiana (PUSC) y Acción Ciudadana (PAC) pueden configurar opciones de centro, pero tal configuración brilla hoy por su ausencia o se encuentra en decadencia. Al PLN se le ve paralizado en cuanto a ideas y liderazgo, incapaz de innovarse y de generar confianza, sumido en un solipsismo político. El PUSC resiente la ausencia de una propuesta estratégica de desarrollo nacional que combine liberalismo político, economía social de mercado y pensamiento socialcristiano. Y el PAC es una organización política fragmentada, con sus raíces histórico-intelectuales y éticas debilitadas u olvidadas. Si tales circunstancias se mantienen, los próximos meses y años presagian algunas sorpresas, incluida la posibilidad de que la izquierda inicie un período contundente de ascenso electoral.