La economía del conocimiento rompe esquemas y reta a la creatividad y la innovación. La política exterior es una herramienta indispensable para la capacidad de maniobra de un Estado, y así debe ser gestionada, presupuestada y evaluada para que esa inversión genere los resultados deseados.
La estrechez fiscal actual limita invertir más en política exterior. Sin embargo, esa inversión en política exterior y en gestión diplomática es nuestra primera línea de defensa por lo que el interés nacional debe primar sobre cualquier otro. Los errores alimentados por décadas por falta de visión deben ser corregidos.
En varias ocasiones he señalado que Costa Rica cuenta con dos “ejércitos” para cultivar, alimentar, defender y promover los valores de nuestra identidad: nuestros docentes y nuestros diplomáticos.
Para canalizar adecuadamente la inversión en política exterior, desde el 2014 iniciamos en la Cancillería reformas institucionales para someter a una discusión seria y objetiva, con visión de futuro y responsable, la cantidad y la calidad de los recursos destinados a la labor diplomática del país.
Así salimos al encuentro de horizontes no tradicionales, a identificar nuevos socios geopolíticamente estratégicos, avanzando exitosamente, por ejemplo, en la diplomacia económica, en coordinación con otras entidades. Además, transparencia, rendición de cuentas y profesionalización de la carrera diplomática han sido derroteros de nuestra gestión, en adición a proponer un nuevo andamiaje jurídico para una Cancillería eficiente en sus acciones y eficaz en sus resultados.
Recursos insuficientes. Destinamos poco más del 0,3% del presupuesto nacional a la Cancillería, con un capital humano de 410 funcionarios, de los cuales 205 son administrativos y 205, diplomáticos.
La gran mayoría de ellos, con esfuerzo, mística y compromiso, enfrentan los retos, tanto en la sede central como en el exterior (embajadas, consulados y organismos multilaterales).
Los recursos económicos y humanos son insuficientes para atender las demandas de un mundo cambiante y en turbulencia constante. Sin duda que los adelantos en la tecnología son complemento de la gestión diplomática, pero no la sustituye.
Por ello, el interés nacional justifica la inversión decidida y sostenible en política exterior, asumiéndola con un enfoque global, integral, con objetivos claros y alcanzables, dotada urgentemente de herramientas apropiadas.
Solo así contaremos con más personal idóneo para cristalizar más candidaturas, tener más presencia diplomática en el mundo, fortalecer nuestra voz internacionalmente, defender la soberanía, ser preventivos y no reactivos y consolidar responsablemente la ruta a largo plazo para la promoción de los pilares de nuestra política exterior de Estado.
Gestión renovada. En estos dos últimos años se ha construido una plataforma que garantice una nueva forma de gestión diplomática, desde proponer una política exterior de Estado hasta crear condiciones para ejecutar una acción exterior, que distinga claramente nuestros intereses y prioridades, permitiendo conectar la labor diplomática con el Plan Nacional de Desarrollo.
Lo hecho, no lo simplemente dicho; lo actuado, no lo imaginado; y lo obtenido, no lo anhelado, nos permite someter a la discusión nacional la definición de cuánto y cómo invertir más y mejor en nuestra política exterior, nuestra más importante línea de defensa.
Pronto se iniciará en la sede legislativa el análisis del proyecto de presupuesto para el 2017. El momento es oportuno para acometer sin temor y con responsabilidad la construcción de soluciones a tantos problemas, entre ellos el fiscal, y, también, debatir sobre la inversión que le debemos a nuestra política exterior como principal herramienta de promoción de la identidad costarricense. Es una responsabilidad de visión hacia el futuro que se impone hoy y ahora.
El autor es ministro de Relaciones Exteriores y Culto.