Olvidémonos de que la paz de Colombia está en Oslo o en la Habana. Sería una completa equivocación. Allí no hay más que unos procesos, un diálogo del que todavía no sabemos qué puede salir: lo único seguro es que no sólo de ahí puede salir la paz
Esta es algo mucho más complejo y profundo que nos afecta a todos y frente a lo cual el Gobierno y las Farc no son más que unos actores parciales. La paz de Colombia está aquí en nuestro territorio y en manos de 44 millones de personas. Y tiene que ver con algo que realmente nos pueda unir y servir de referencia superior, algo que no se puede negociar en ninguna parte por nadie y a la vez es la base de cualquier diálogo, proceso, perdón, reparación, reconstrucción, reconciliación, etc' y eso se llama los principios que nadie puede manipular ni interpretar a su manera porque están por encima de todos y hay que obedecerlos como ley inexorable. Intentaré describir algunos de ellos:
1. El ser humano: lo primario e indispensable y el principio capital indiscutible es que somos seres humanos y tenemos una dignidad y una vida que es única, irrepetible e inviolable, que se debe respetar. Si no se acepta esto, no hay nada que hablar ni fuera ni dentro.
2. La libertad: El ser humano se afirma a través de su libertad, de su libre albedrío: yo tengo que poder decidir sobre mis actos y sobre el sentido de mi vida, y eso no lo puede arrebatar nadie. Sin libertad no puede haber paz. Y la libertad se quita de unos a otros de muchas maneras, no solo matando o secuestrando.
3. Reconocimiento del otro y de la equivocación: Precisamente por ser seres humanos y libres comprendemos que los otros también lo son y que la paz falta cuando nos equivocamos con él, llámese ciudadano, Gobierno, campesino, colega, militar, padre o hijo, guerrillero, secuestrado, empresario, estudiante, etc.
4. Resarcir: Si reconocemos que nos hemos equivocado y que cometimos un daño (del tamaño más brutal o menos brutal), estamos obligamos a una reparación. Hay que examinar detenidamente qué, cuándo, cómo. Y afecta a todos: Nadie está libre de reparar el daño que, por comisión u omisión, le hemos hecho a la patria.
5. Reparación moral: No basta con resarcir el daño físico o material. Estamos obligados éticamente a ofrecer una reparación de índole más profunda para que de verdad se nos pueda creer que el cambio va a ser algo serio, no una dialéctica de palabras escritas sobre la paz.
6. Inclusión: el país es de todos y para todos, nadie puede excluirse por raza, sexo, condición económica o social, religión, trabajo, posición, rango, ideas u opiniones. Tiene que haber un sitio digno para cada uno y debe darse un trato digno a cada uno.
7. Equidad: la inequidad es el talón de Aquiles de nuestra sociedad. Y para que haya equidad tiene que haber la posibilidad de trabajar, de educarse, de tener un techo, de poder salir de la pobreza extrema y del abandono o de la indiferencia de los otros, a la que estamos sometidos.
8. Salud: está en la raíz de poder llevar una vida mínimamente digna, poder contar con esa asistencia para sobrevivir, es por donde comienza el bienestar para todos, es el rasero para medir que se ponen los medios para proteger la vida de cada ciudadano.
9. Justicia: Pero no la del sistema legal, la del estado, la del sistema económico, no la de la guerrilla o el narcotráfico, no la de los militares: tiene que ser una justicia con un sustento muy superior a esas endebles ataduras. Cuando Lech Valesa, el líder polaco que hizo la paz sin derramar sangre, estuvo en Colombia, le pregunté qué les diría –entonces– al Cura Pérez o a Manuel Marulanda, si pudiera hablar con ellos. Y dijo que no se puede dialogar con las armas en la mano y que tienen que responder ante Dios por los crímenes cometidos (y yo añado: otros también deberán responder por sus crímenes de todo tipo). Lo que quiero decir es que la justicia humana se queda corta, aunque debe cumplirse; y el referente de todas las clases de justicia no puede ser una de ellas.
10. Verdad. Todo lo anterior quedaría sin piso si no aceptamos la verdad y si no ayudamos a construir la verdad a que tenemos todos el derecho. Eso demuestra que lo primero es el ser humano y su libertad y luego el reconocimiento del otro; sin ella no se puede aceptar la equivocación, ni resarcir, ni reparar; y sin ella es imposible la inclusión, la equidad, la salud o la justicia. Solo con la verdad se puede construir la paz.