No hay sociedad perfecta y menos si esta es cosmopolita, alimentada por culturas de diferentes regiones del planeta. Londres bien podría ser llamada la capital del mundo por ser la sede del Reino Unido y por haber influido de manera tan determinante en el curso de la historia de tan diversos países como India, China, Australia y toda una serie de naciones que forman parte de este Reino: Guyana, Belice, Jamaica, por mencionar las más cercanas a Costa Rica.
Cuando uno camina por estas calles de la ciudad de Westminster, dentro del gran Londres, y observa una manifestación callejera como la del último jueves de junio, se da cuenta de varias cosas:
1- Que esta es una democracia viva, a pesar de tener una monarquía de varias generaciones, aunque no la más vieja del mundo.
2- Que esta sociedad no es inmune a las manifestaciones sociales como una huelga de educadores.
3- Que por compleja, tanto se celebra el casamiento de William y Katherine, como esta demanda por mantener el régimen de pensiones.
4- Que nuestros educadores de ANDE, APSE, SEC y otros colectivos más, no están solos en el mundo cuando reclaman no “justicia pronta y cumplida”, sino salarios justos y a tiempo.
Los sindicados educadores británicos, tanto de primera y secundaria como de la educación superior, de manera muy creativa realizaron una marcha por el centro de Londres bastante concurrida. Miles de trabajadores de la educación pasaron por Covent Garden, Picadilly Circus y Trafalgar Square, para reclamar del Gobierno de David Cameron el fortalecimiento del sistema de pensiones.
El Gobierno reconoce que la gente cada vez llega a más años y por ello muere más vieja, lo cual ha incidido en que se pague a más personas, por más tiempo, sus pensiones. Una manifestación cincuentona llevaba una pancarta que decía: “40 años de tensión, ¡quiero mi pensión!”. Otros señalaban que Margaret Tatcher les había dado la leche, pero que David Cameron les estaba cortando el suministro. Los pacifistas no dudaron en señalar que se debe cortar la guerra (en referencia a la coalición en Afganistán) y no las pensiones.
Claro, hubo grupos infiltrados como la coalición de gais, lesbianas y transgéneros que propugnaban por una sociedad menos homofóbica y antirracista, o los grupos comunistas que, con mantas rojas y leyendas en amarillo resaltaban la “gloriosa” existencia del Partido Comunista Británico y pancartas que mostraban que “hay otra cultura: la socialista”. En un reino como el británico, leer estas leyendas pareciera un contrasentido, pero no, es el precio de la democracia, el derecho a disentir.
Llamó la atención observar a un grupo de trabajadores latinoamericanos (o hispanos quizás) que portaban una manta escrita en español. Ahí por estas calles de Holborn, Theobalds y Strand marcharon maestros chinos, negros, hindúes con su turbante y maestras de origen islámico con su chador, todos ciudadanos británicos, miembros de activos de esta acuarela multiétnica. La Unión Nacional de Educadores lanzó no un SOS, sino un SOP: “Save Our Pensions!”.
Vigilantes, los miembros de la policía, observaban, tanto a pie como desde helicópteros, a los caminantes y hasta escuchaban atentos el ritmo producido por tambores y congas que alegremente hacían sonar educadores caucásicos, no negros originarios de Tanzania, con lo cual se ponía de manifiesto la pluriculturalidad de esta siempre activa sociedad que hemos estigmatizado de flemática y hasta de indiferente.
Federico Paredes. Funcionario, Protección y Mejoramiento del Habitat Humano; Dirección Garantía de Acceso a los Servicios de Salud, Ministerio de Salud