Hoy es un día especial. Costa Rica sopla las velas a sus 195 años de Independencia y, justamente este jueves, los desfiles de estudiantes llegan a sus 101 años de vida. Esas marchas, propiamente de escolares y colegiales, tienen una historia curiosa pues antes eran cosa de militares.
Durante todo el siglo XIX, luego de su independencia, Costa Rica tuvo muchos problemas para celebrar esta importante fecha. Todo dependía de un acto del gobierno de turno o de la municipalidad. Las escuelas y colegios estaban ausentes. “Así, en 1899, comenzó a llamarse a los niños para que fuesen a las escuelas el 15 de setiembre a representar diálogos, escuchar discursos y recitar poemas. También deberían cantar los himnos patrióticos que habían aprendido en la escuela gracias a la materia ‘canto’”, narró el profesor de Historia David Arce, en el suplemento Áncora.
La fiesta escolar se fue extendiendo, pero con fuerte participación del Ejército. Fue a partir de 1915, en medio de una crisis fiscal apabullante, que el entonces presidente Alfredo González Flores (1914-1917) empezó a disminuir el número de militares para sustituirlos por estudiantes. Una decisión quizás complicada, en ese momento crítico, porque la lógica militar lleva a la exhibición pública. Aquí, el ejército tuvo que ceder espacio a alumnos que, con su mejor gala, salieron a mostrar su destreza en la marcha, en el manejo de la bandera o en las tonadas militares.
Un siglo después, ¿quién no tiene su historia de un desfile?
Desfilar, casi siempre, ha sido motivo de orgullo y, llevar la bandera o ser parte de la banda, un honor mayúsculo.
En mi Limón de infancia y adolescencia, el paso de los años fue dando una cadencia caribeña a los desfiles. Las bandas mutaron de un aburrido toque militar a un alegre ritmo comparsero. La marcha se convirtió en un vaivén de pasos enérgicos y sincronizados. Motivación pura. Todo, eso sí, con respeto a una fiesta patria, solo que tropicalizada.
Hoy, sin embargo, la tradición de desfilar –es mi percepción– va a menos en el país por la excusa de disfrutar este feriado, pero está en los padres, en los maestros, en las escuelas y colegios, poner alma y corazón para estimular a hijos y alumnos a no perder esta costumbre que nos une en la historia y en las calles.