“Es que los líderes políticos le tienen mucho miedo al cambio” me aseguró mi amigo que cuenta con una larga y exitosa carrera política y que se quejaba de la situación actual del país. Inmediatamente pensé en Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Castro, Pol Pot y otros que no le tuvieron miedo al cambio; y el que le cogió miedo al cambio fui yo. Me dejó pensando.
¿Cómo se logra un cambio? Pero el cambio de verdad. No “el cambio de estructuras” producto de la charlatanería de los populistas latinoamericanos.
A finales del siglo XIX, “expertos” de la eugenesia –gente que pretende aplicar “leyes biológicas de la herencia” para lograr el perfeccionamiento de la especie humana– utilizaron ideas rudimentarias para tratar de lograr “el cambio” y mejorar la especie humana por medio de la ingeniería genética.
En el siglo XX, políticos comunistas utilizaron ideas primitivas sobre “el materialismo científico” para tratar de crear el nuevo hombre soviético, también por medio de la ingeniería genética. Hitler experimentó malos resultados con ese abordaje: sus supermanes perdieron la guerra.
Hoy día, estamos cayendo en otra arrogante tentación; la de tratar de aplicar la ingeniería genética para lograr un radical e irrevocablecambio de la sociedad con base en lo quecreemosque sabemos; incurriendo en la arrogancia de ignorar lo mucho que no sabemos. Seguimosescuchando el síndrome redentorista, típico de los charlatanes mesiánicos que ofrecen “el cambio” como medio de erradicar la pobreza, entre otros males que aqueja la humanidad.
Pero los horribles proyectos sociales de laingenieríasocial que dominaron el siglo XX, son un ejemplo del gran peligro de tratar de impulsar el progreso humano a través del abordaje de “el cambio” que ha matado millones y no mejora mucho.
Afortunadamente, a inicios del siglo XXI, ya está aceptado que la genética del comportamiento no lo explica todo. No estamos ni siquiera cerca de comprender como A conduce a B. Y es posible que nunca lleguemos a comprenderlo. Pero la arrogancia de algunos, o todos, los seres humanos no tiene límites. Fue precisamente la soberbia de dirigentes que no le tuvieron miedo a “el cambio” la que destruyó al continente africano.
La “autonomía de las colonias imperiales” la proclamaron Roosevelt y Churchill en 1941. Ignoraron que existían poderosas razones para ir despacio con el cambio que representaba “la descolonización”, como la inestabilidad política, grandes diferencias raciales y fronteras disputadas, entre muchas otras trampas.
La irrelevante y peligrosa Organización de Naciones Unidas incurrió también en una irresponsabilidad histórica con “el cambio”, que resultó en un genocidio. En su Resolución 1514 “Sobre la Concesión de Independencia a los Países y Pueblos Coloniales”, la Asamblea General en 1960 “declara'3) La falta de preparación en el orden político, económico, social o educativo no deberá servir nunca de pretexto para retrasar la independencia”. El cambio ya; no importa el número de muertos.
Para el profesor Pierre Englebert, “los 50 años de soberanía de los países africanos ha representado un deplorable fracaso, reproduciendo, con creces, los horrores de la era de dominación colonial bajo la simulación de libertad”.
En contraste con la experiencia africana, el 70% de los electores de Guayana Francesa, en un referendo, le dijeron “no” a una eventual independencia de Francia, “no” al cambio. Y a diferencia de los africanos, en el 2006, el PIB per cápita de la Guayana Francesa fue de $17.380 []que representaba el 48% del PIB promedio per cápita de Francia. []A la humanidad le irá siempre mejor, aprendiendo que hay que tenerle mucho cuidado al cambio. Es una peligrosa arma de demagogos.
Para evitar grandes sacrificios de vidas, los cambios deben ser procesos incrementales, respetuosos de las prácticas y de la experiencia acumulada y más acordes con circunstancias particulares que con leyes universales como la infame Resolución 1514 de las Naciones Unidas.