La dinámica mundial y las economías de hoy no son las mismas que las de hace 50 años. Las nuevas economías y empresas ofrecen y exigen mucho más del entorno de negocios y competitividad. En solo 60 segundos se contabilizan dos millones de búsquedas a través de Google, se da la venta en línea de $83.000 en artículos a través de Amazon, y se alcanza la vertiginosa cifra de 204 millones de correos electrónicos y 1,4 millones de minutos de conexión entre usuarios a través de Skype.
Imagine ahora lo que sucede en cuanto a los negocios. En un minuto se deben cerrar miles de tratos a escala mundial, generarse miles de transacciones comerciales, miles de órdenes de compra y sobre todo deben crearse o imaginarse miles de buenas ideas e innovaciones que en algún momento llegarían al mercado.
Con el avance de las tecnologías digitales, las comunicaciones y la Internet, cambió el paradigma de la empresa tradicional con sus grandes terrenos, máquinas e inventarios. Este avance genera mucho caldo de cultivo para las nuevas empresas, conformadas en su mayor parte por activos intangibles.
Estos negocios son como cualquier otro: requieren planificación, trabajo fuerte día a día y, más aún, financiamiento para crecer, diversificarse e innovar. Sin embargo, muchos de los nuevos emprendimientos enfrentan una serie de barreras de acceso al financiamiento pues, por su naturaleza, no tienen activos físicos.
Ideas y habilidades. ¿Qué garantía pondrán a disposición del banco cuando requieran un préstamo? Pues ninguno. A pesar de que tienen uno de los activos más valiosos, como lo son sus ideas, capacidades y habilidades, para un banco esto es solo riesgo.
Aun así, hay opciones. Como consecuencia de toda la dinámica y transformación que se vive a escala mundial, se desarrollan nuevas opciones de financiamiento a la innovación en las que estas empresas sí encajan. Tal es el caso del crowdfunding , que nace con los llamados millenials o generación del milenio, la cual está comprometida con la solidaridad, contribuye en lo que verdaderamente le interesa, creció con la Internet y es casi tan dinámica como el entorno actual.
Esta generación no se acostumbra a los esquemas actuales de financiamiento, no hacen uso de intermediarios y prefieren la rapidez antes que el respaldo de un banco o un fondo público para financiar sus buenas ideas.
Se dice que los de la generación del milenio creen que en cinco años no necesitarán a los bancos. Estas y otras tendencias mundiales como la innovación social y colaborativa, software libre y la cultura de los makers , traen un punto de quiebre a las formas tradicionales de financiar la innovación.
Exigencia actual. Así como la innovación nace, crece y se transforma aceleradamente, también exige que la banca y el Estado se transformen para responder a sus necesidades. De lo contrario, tendremos innovaciones sin espacio en el país, pues el sistema no tendrá nada que ofrecerles. Si se quiere una Costa Rica con una economía basada en el conocimiento, no basta con ofrecer servicios electrónicos, firma digital o monederos electrónicos. La innovación tiene intrínsecamente asociados los elementos de dinamismo, transparencia, libertad, creatividad y rapidez.
Es hora de que la banca y el Estado piensen en la generación del milenio, en sus innovaciones y sus necesidades. De lo contrario, podrían quedarse en el camino.
La autora es estudiante de la Maestría en Gestión de la Innovación de la Universidad Nacional.