Como aficionado y con la experiencia que me brinda el haber jugado profesionalmente por algunos años, quisiera compartir algunas observaciones que pudiesen estar relacionadas con el nombramiento del próximo entrenador de la Selección Nacional.
Los buenos equipos, aquellos que dejan huella en nuestra memoria, se deben a fenómenos cíclicos, que se presentan cada 15 o 20 años. Recordemos la época de los “Chaparritos de Oro”, en la que coincidieron figuras que aún son referencia en sus puestos.
Otro tanto podría decirse del aquella selección de Italia. Internacionalmente, recuerdo al Brasil de México 70 (donde incluyo a Perú), y en la actualidad España. Costa Rica podría estar entrando en un nuevo ciclo teniendo como base la selección que nos representó tan dignamente en Egipto, pero la realidad es que en el presente no tenemos un buen nivel. Solamente contamos con algunos buenos jugadores, que son minoría.
Para hacer un buen equipo se requiere por lo menos 9 o 10 muy buenos, distribuidos en todas las líneas de la cancha. Observemos el nivel técnico de nuestro campeonato: es deficiente. Los aficionados están tan conscientes de esa realidad que no asisten a los estadios. Con el material humano con que contamos, no podemos exigir triunfos, y la clasificación al Mundial de Brasil será muy difícil. Aceptémoslo. Pero en igual nivel de calidad están muchos de nuestros dirigentes. Los campos no son los mejores, por ejemplo comparados con los mexicanos. Y nuestra prensa no es objetiva (con sus excepciones), se expresan como fanáticos. Me pregunto cómo es posible calificar con 4 a un joven de 20 años que está defendiendo la camiseta de una selección nacional, sin experiencia, tal como observé algunas calificaciones en el partido contra Colombia.
Lo que requerimos es una dirigencia con un plan concreto, realizable, integral, que debe ir desde las ligas menores hasta la Unafut, y un entrenador capaz de formar a los muy buenos jóvenes con que contamos, y mezclados con los de más experiencia, aventurarnos para ver si se puede clasificar al Mundial de Brasil. No podemos exigirlo como un objetivo. Una prensa objetiva, con críticas constructivas, serían el apoyo que nos hizo falta.
Una observación muy personal: nuestra mayor debilidad está en que de 10 pases que hace un jugador, por lo menos ocho son para el contrario, o sin un destino definido. Los equipos de futbol están constituidos por seres humanos, y estos se comunican entre sí por la palabra. Los pases en el futbol son el equivalente al lenguaje. Lo cual no quiere decir que el que más hable sea el mejor, o el que más grite, el más escuchado. Quizás el que mejor se explique, llegará a ser el líder. Una segunda observación es que soy un convencido de la necesidad de un motivador profesional. Psicólogo deportivo. Algunos lo necesitarán más que otros, pero a todos puede ayudar (y no es para que se entrometa en los aspectos técnicos).
Creo, finalmente, que tenemos muy buen material humano para ser excelentes entrenadores. Pero debemos invertir para que mejoren sus conocimientos. Mandarlos al exterior a convivir con buenos equipos, y me parecen mejor organizados los europeos que los americanos (no sé Brasil). En el presente el darle la Selección Mayor a uno de ellos, sería quemarlo.
Estoy convencido de que poner a uno de estos jóvenes candidatos en el banquillo con el próximo entrenador nacional, es someterlo a un riesgo innecesario, exponerlo a una crítica cuando él no tendría la autoridad para tomar decisiones trascendentes.
Aunque lo acepto como una realidad, y admito poder estar equivocado, creo que el futbol perdió su encanto, para quienes lo practican profesionalmente, cuando dejó de ser una diversión, y pasó a ser “un trabajo”.
Ahora se dice “tenemos que trabajar más”, y antes decíamos “tenemos que entrenarnos más”.