El fundamentalistmo ideológico, independientemente de su signo, ha demostrado ser el clima ideal para que los medios, por los cuales se busca alcanzar los fines supremos, se transformen en fines en sí mismos obstaculizando e imposibilitando la consecución de las metas anheladas.
Así, en el pasado y presente, socialdemócratas y comunistas buscando el bienestar de los trabajadores, transformaron la intervención del Estado, un medio para lograr este fin, en un fin en sí mismo que permitió la incubación de una burocracia corrupta, usurpadora de la propiedad pública inmovilista y obstaculizante del progreso. Confundiendo interesadamente la estatización con servicio a la sociedad, terminaron por servirse de la sociedad.
Esta transformación de los medios en fines no es nueva en la historia. Los intereses de grupos con agenda propia, inciden en los procesos de cambio alienando los propósitos originales de los reformadores. El mesianismo que, en mayor o menor grado acompaña los cambios sociales, genera un clima ideal para la devota competencia de fidelidades y radicalismos particularmente valoradas en los régimenes autoritarios. El radicalismo transformador de los medios en fines no surge, sin embargo, solo al calor de los régimenes autoritarios o de los procesos estatizantes. Tiende a florecer en todos los procesos de transformación estructural de la sociedad.
Las formas salvajes que ha adquirido la privatización compulsiva, hecha "desde arriba" en Rusia, sus altos costos sociales, políticos sobre el patrimonio de ese país, evidencian como la aplicación interesadamente radical de los medios, es capaz de distorsionar, retrasar e incluso abortar los procesos de transformación y desarrollo social. El caso de Rusia, con su privatización "desde arriba", contrasta en Europa oriental, con el de Polonia, uno de los países que menos ha privatizado "desde arriba" y que sin embargo ha creado mejores condiciones y posibilidades para que florezcan millones de empresas "desde abajo" que hoy producen más del 50% del PIB de ese país. La privatización es un instrumento y muy útil en el proceso de recuperación del patrimonio público usurpado por la corrupción, así como en la transformación y renovación de las estructuras institucionales, sociales y políticas, pero es un medio para lograr un fin y no un fin en si mismo. En este sentido su aplicación, como la aplicación de cualquier otro medio, debe valorarse por su aporte al desarrollo.
En los actuales procesos de modernización de la economía intervienen también grupos y sectores que se cubren con consignas radicales de cambio y transformación, pero están interesados solo en "pescar en río revuelto". No les interesa el nuevo orden económico o el fortalecimiento a la sociedad civil, sino enriquecerse rápidamente, a cualquier costo, con el patrimonio público. Estos grupos impulsan, como consigna para salvar la sociedad la privatización radical "desde arriba", pero su verdadera meta es hacer una gran piñata del patrimonio nacional.
Cuando este sector logra hacer alianza con la clase política se genera el denominado "capitalismo salvaje" de consecuencias nefastas y peligrosas. Pienso que los procesos contemporáneos evidencian, más allá de la formas de propiedad, la existencia de una ecología empresarial, no ubicada por la teoría económica, que se define por su papel en la sociología económica, más que pro su actividad productiva. Así, a la par de los empresarios creadores de nuevas áreas de desarrollo, nos encontramos a los organizadores de empresas y sistemas empresariales, junto a ellos también están los "brokers" ágiles intermediarios en la consecución de bienes y servicios. Dentro de este universo, donde el peso de cada sector se ajusta permanentemente en equilibrio sucesivos del sistema, se encuentran también los liquidadores de empresas que cumplen una función autoreguladoras necesaria. No obstante, cuando se produce una alianza entre políticos y liquidadores se desequilibra el sistema, los liquidadores se transforman en depredadores, crece la mafia y se desata la rebatiña del patrimonio público, llegando a afectarse las condiciones de operación y seguridad de los otros sectores empresariales. Roto el equilibrio la voracidad de los depredadores no cesa hasta que finaliza la gran piñata y sus propios intereses demandan estabilidad de operación para sus malhabidos patrimonios. Esta es la situación a la que parece estarse aproximando la actual Rusia.
En nuestro continente, aunque de manera más encubiertas, también se manifiestan los intereses y la acción de los depredadores provocando polarizaciones sociales que generan retrasos y costos innecesarios en los procesos de transformación del Estado. Incorporar los conceptos de alienación y de ecología empresarial, así como tomar en cuenta el papel del Estado como garante de las condiciones que permiten la autoregulación del sistema empresarial es imprescindible para el análisis y la toma de decisiones estratégicas que requiere nuestro país. Ubicando cuales pueden ser las tendencias es posible, con una vigilancia social apoyada en mecanismos de control reales, reducir las resistencias e impulsar el cambio.