"Ciencia sin sesos, locura doble."
Baltasar Gracian
En la evolución de la vida es crucial el momento en que los elementos prebióticos se integran en una estructura y dentro de una membrana, para tener intercambios con el medio sin perder su conformación. Nace así la primera célula o identidad viviente, que es tanto un organismo o sistema viviente, como una "identidad", cosa o ente distinguible del resto del mundo. Permanencia de la forma e intercambio de energía, materiales e información con el medio, caracterizan al ser viviente, que solo muta o cambia de identidad bajo las condiciones y los mecanismos de la evolución natural, si la adaptación al medio lo exige.
En la misma medida, aunque con mayor ductilidad, ocurre con los seres culturales como las identidades nacionales. Sin una estructura espiritual y la permanencia de cierta conformación, no puede existir eso que se llama el "ser nacional". Si un grupo humano está abierto a todo y todo le da igual -o lo que es peor, no tiene idea de lo que es o cree serlo todo- es el equivalente de una célula sin membrana exterior, amorfa y sujeta a lo que reciba.
Esto último está pasando con nuestra identidad nacional, cuyos elementos culturales sufren embates por todas partes. Su lenguaje se abandona y se desprecia en aras de una concepción educativa basada en la practicidad de la comunicación, y de copia de todo lo extranjero. Como resultado tenemos un país con gente de nombre estrafalario, que apenas conoce los rudimentos del español, y a como va pronto se comunicará apenas con gruñidos. Igual pasa con los demás elementos culturales -provenientes, al igual que el lenguaje, de la cultura española del siglo XVI- que en la misma forma se desprecian.
El último de estos embates, proveniente de académicos contestarios y convertido en ley, es la pretensión de que somos todas las culturas y ninguna (cambio del 12 de octubre de fecha del natalicio cultural, a ser la celebración del "Día de las Culturas"), así como la de alterar la ecuación de los componentes que nos formaron. Que la cultura indígena es predominante, que lo europeo es vergonzante, que las culturas de todos los continentes (salvo, por olvido, de Australia y las regiones Polares), determinan la idiosincrasia costarricense. Es cierto que todas las civilizaciones son cruces de caminos y no entes inmóviles, pero a partir de una sustancia básica que en nuestro caso es la occidental europea, mediante el trasplante de su versión española del siglo XVI. Negarlo es destruir nuestra identidad nacional, como trata de hacerlo en este día en escuelas y colegios la rabieta académica hecha ley, con la prédica de que somos todo y por consiguiente nada.