Los resultados de la última encuesta de Unimer indican que una mayoría de costarricenses perciben ausencia de liderazgo en el Gobierno y califican su labor como mala o muy mala, con numerosos errores y prácticamente sin logros. Además, se manifiesta un gran pesimismo sobre el futuro inmediato, tanto personal como del país.
El vicepresidente, don Rodrigo Oreamuno, expresó en relación con esos resultados que no le provocan alegría, no se pueden tomar a la ligera y son motivo de preocupación. Esa reacción la compartimos quienes tenemos algo que ver con el estudio. Definitivamente, no podemos permanecer indiferentes al encontrar en el pueblo costarricense tal grado de desencanto, especialmente cuando otros líderes políticos, contrario al Vicepresidente, interpretan esos resultados a la ligera y sin mucha preocupación.
Efectivamente, algunas autoridades del gobierno y líderes políticos consideran que esos resultados son de esperar ya que el Gobierno ha realizado reformas que han afectado muchos intereses. Otros consideran que la falta de una adecuada política de información es la responsable de que los costarricenses califiquen negativamente la administración Figueres. También se intenta disminuir la importancia de los resultados diciendo que son producto del momento en el cual se realizó el estudio (7 al 19 de setiembre) y que simplemente refleja la insatisfacción motivada por la huelga de educadores y la aprobación de los impuestos.
Las encuestas constituyen un mecanismo de participación que permite captar la percepción que los ciudadanos tienen sobre la realidad nacional. Esa percepción puede estar bien fundamentada o no, pero en ambos casos nos ofrece reacciones y opiniones merecedoras de un cuidadoso análisis, particularmente de quienes han prometido dirigir el país de la mejor manera posible. Aquí se exponen algunos elementos para ese análisis.
En primer lugar, los resultados para la administración Figueres no surgieron por primera vez en esta última encuesta. Más bien, este estudio reafirma una tendencia iniciada en los últimos meses de 1994, que continúa en los primeros de este y ahora se profundiza. Así en enero y mayo pasados, las encuestas de Unimer muestran una calificación negativa para el Presidente y su gobierno, de menos 14 y menos 21 puntos, respectivamente.
Ese período de casi un año, se caracterizó por la confrontación y por la ausencia de dirección, planes y programas en el Gobierno. Esas primeras calificaciones negativas surgieron de la ausencia de acciones y logros, no precisamente por las reformas que aún ni se vislumbran.
La ausencia de resultados llevó a don José María Figueres a negociar un pacto con el expresidente Calderón, el cual inicialmente creó grandes expectativas debido al estado de inacción y paralización en que había caído el país, situación que el Presidente calificaba como "ingobernable".
Sin embargo, el "Pacto" visto con buenos ojos por muchos costarricenses inicialmente, tuvo un significado totalmente distinto para muchos liberacionistas y, en general, para quienes creyeron en las promesas hechas por el candidato Figueres y votaron por él pensando en que retomaría principios fundamentales del inicial PLN. Estos costarricenses se sintieron traicionados (según lo dicen en la encuesta) por el Presidente, quien aceptó como suya la agenda "neoliberal" de Miguel Angel Rodríguez y del gobierno Calderón, que tanto criticó en la campaña y que prometió "rectificar".
Además, en vez de aprovechar el "Pacto" para generar el consenso nacional alrededor de la gran reforma que requiere el país y lograr el concurso inteligente y oportuno de los ciudadanos, Figueres decidió, muy de acuerdo con su estilo, acelerar una amplia reforma que le permitiera recuperar el año perdido. Don José María y su equipo no comprendieron que ni aún los "dos hijos de los caudillos" podían obviar la complejidad del proceso que se decidió impulsar y la oposición al mismo. Tampoco le dieron importancia a la gran labor de explicación, convencimiento y de liderazgo efectivo que esa importante tarea de reforma exige y los costarricenses esperan.
El ambiente inicial del "Pacto" fue oportunidad excepcional para haber impulsado una nueva visión de la realidad --una nueva visión del mundo-- que hoy deben aceptar los costarricenses. También fue ocasión oportuna para haber logrado que el costarricense comprendiera, entre otros aspectos, que el Estado benefactor que trajo beneficios al país en su momento, llegó a su fin con el surgimiento de una serie de vicios y limitaciones que frenan el desarrollo de la nación. Además, pudo haberse explicado, para beneficio del gobierno actual, que la crítica situación del país es producto de un largo proceso de acumulación de errores y ausencia de medidas apropiadas, en el que tienen responsabilidad varios gobiernos y los partidos principales.
Además, era necesario explicar las implicaciones de la realidad regional y mundial que, ante nuevos esquemas económicos y financieros, obligan al país a cambiar en circunstancias en las cuales la situación política regional no nos permite recibir el apoyo y los préstamos blandos que obtuvimos en otras circunstancias. Todo lo anterior es labor de auténticos líderes, de estadistas, al estilo de los "caudillos" y que los ciudadanos esperaban de don José María.
También fue esa una oportunidad que tenía el señor Presidente para haber aceptado lo erróneo de sus interpretaciones sobre la situación fiscal y hacendaria del país durante la campaña, que lo llevaron a hacer más de doscientas promesas. Era la ocasión para explicar que en vez de lo ofrecido, se impondría un esfuerzo al pueblo, pero que eventualmente se alcanzaría una mejor situación.
Es claro que cualquier situación de sacrificio y deterioro en las condiciones de vida de la población tendrá un costo en el respaldo popular al Gobierno y no habrá campaña publicitaria que evite ese efecto; sin embargo, el pesimismo del ciudadano podría aminorarse si comprende las razones que fundamentan una determinada política. Así lo ilustran algunos datos de la encuesta.
Efectivamente, los siguientes ejemplos tomados de la última encuesta de Unimer, demuestran más apoyo a la gestión del Gobierno de parte de quienes tienen mayor información sobre los cambios que se promueven.
Por ejemplo, pocos ciudadanos (13 por ciento) conocen los cambios que incluye la reforma del Estado, pero de ellos, casi tres cuartas partes la aprueba. De igual forma, muy pocos costarricenses consideran que el Gobierno tiene una política económica, pero entre quienes dicen conocerla, expresan que la misma se caracteriza por buscar un cambio más profundo y directo que la de la administración anterior. Finalmente, los costarricenses rechazan los despidos de empleados públicos y ventas de activos públicos. Sin embargo, si se trata de escoger entre más impuestos, despidos y privatizaciones, se inclinan por esta última medida.
Por último, no se ha logrado que el ciudadano perciba importantes avances legislativos como son la Ley de Justicia Tributaria y sus enormes impactos en la recaudación de los tributos y futuro desarrollo de obras; la Ley sobre Aduanas, el gran esfuerzo que se está haciendo en relación con la industria turística para lograr que el ingreso por este concepto impulse en forma significativa la recuperación del país, el mejoramiento de la red vial planeado para 1996, etc.
En resumen, la califación negativa para el Gobierno no es solo producto del efecto de las reformas, de la falta de información o del período en que se realizó la encuesta. Como afirman los entrevistados, son los múltiples errores del Gobierno y la ausencia de liderazgo lo que genera esa reacción nacional. Sin embargo, la forma tan entusiasta y sincera en que los ciudadanos aprovechan estos medios para expresar sus opiniones refleja la esperanza de que su mensaje sea captado y el Gobierno mejore notablemente su desempeño.