Durante las cuatro décadas de la Guerra Fría fui un activo partidario de la alianza de Costa Rica con las naciones democráticas de Occidente. La naturaleza de la confrontación entre las potencias encabezadas porEstados Unidos y las del bloque soviético no permitía asumir la actitud de neutralidad proclamada por los "no alineados", porque ello hubiera implicado ser indiferentes ante la posibilidad de que el imperio comunista triunfara sobre sus adversarios democráticos e impusiera en todas partes su tenebroso sistema totalitario.
Durante los ocho años en que estuve al frente de la Cancillería costarricense (de 1970 a 1978), proclamé que Costa Rica era una nación sí alineada con las potencias que defendían la democracia y me negué a participar en los cónclaves de los que se decían neutrales frente a la contienda mundial, actuando en realidad como proclives al bloque soviético.
El grupo de los no alineados había nacido formalmente en la conferencia de Belgrado, celebrada en 1961, donde un genuino no alineamiento protagonizado por Tito, Nasser y Nehru, se impuso a las corrientes radicales tercermundistas y que, desde entonces, planeaban aliarse con el imperio comunista. Pero, conforme fue creciendo en el número de sus adherentes, el movimiento perdió la cohesión interna antialineada con que había nacido.
Ya en la reunión cumbre de Argelia, celebrada en 1970 (a la que fue invitado don Pepe, entonces Presidente de la República, quien para satisfacción mía decidió no asistir ni enviar delegación alguna) predominaron las voces de los fanáticos dictadores antioccidentales, liderados por Maummar Khadafy y Fidel Castro. Ya para entonces, varios gobiernos autoproclamados neutralistas se habían pasado abiertamente al bloque soviético, como Afganistán, Argelia, Etiopía, Irak y Cuba.
La total desnaturalización del Movimiento de los no Alineados se puso en evidencia en 1979, cuando su conferencia cumbre se celebró en La Habana, sede del gobierno más alineado con la Unión Soviética de todos los satélites comunistas, y cuando allí se eligió como presidente y vocero del Grupo durante los próximos años a Fidel Castro, el más fanático y agresivo oponente del sistema democrático Occidental y del respeto a los Derechos Humanos.
La moderación retórica de los países no comunistas que se mantuvieron dentro del grupo haciendo el papel de "tontos útiles" jamás se reflejó en las resoluciones del movimiento que, durante la Guerra Fría, nunca censuró al bloque soviético, mientras cubría de ataques injuriosos a los Estados Unidos y a sus aliados de la OTAN, a quienes hacían aparecer como únicos culpables del subdesarrollo que padecían los que hacían la crítica.
Concluida la Guerra Fría con el hundimiento del poder soviético, dejó de existir la razón de ser del movimiento de los no alineados. Porque si lo que ellos proclamaban era crear un sistema que no estuviera alineado ni con las democracias occidentales ni con los totalitarios soviéticos que lideraban cada uno de los bandos enfrentados en esa Guerra Fría, desaparecido uno de los contendientes ya no era posible tomar el camino de en medio.
Sin embargo, los mismos dirigentes que utilizaron el movimiento no alineado para favorecer el ahora derrotado imperio comunista, decidieron utilizar su grupo para seguir combatiendo a las potencias democráticas occidentales en el campo económico.
La tarea de defender las naciones del Tercer Mundo de los obstáculos que, para acelerar su desarrollo, les interponían y les interponen las potencias industriales desarrolladas, fue asumida por el llamado Grupo de los 77 que las naciones económicamente atrasadas formaron en la primera Conferencia de la UNCTAD. Desde entonces, el Grupo de los 77 ha crecido en el número de sus miembros hasta alcanzar a la casi totalidad de las naciones en vías de desarrollo, despojándose, al mismo tiempo, del fanatismo político socializante pro totalitario que caracterizaba al movimiento de los no alineados. Por eso el Grupo de los 77 constituye un útil órgano de facto de las Naciones Unidas, y es el llamado a conducir los esfuerzos del Tercer Mundo para salir victorioso de la confrontación Norte-Sur entre naciones industrializadas y naciones en distintas etapas de subdesarrollo. A ese grupo, defensor de nuestros mejores intereses económicos, Costa Rica se unió desde su fundación. Y, gracias a la actitud consecuente de nuestro país, en estos momentos el Grupo de los 77 es presidido por nuestro embajador ante las Naciones Unidas, Fernando Berrocal, a quien por sus méritos los integrantes del grupo eligieron como su Presidente. Ahora, por su hábil intermedio, se abre una nueva etapa de negociaciones con las potencias industriales, destinada a revivir el esfuerzo para crear el "nuevo orden económico internacional".
Lo expuesto lleva a la conclusión de que no es conveniente que un movimiento con la triste trayectoria antidemocrática del de los no alineados, asuma el liderato de los países del tercer mundo en la confrontación económica Norte-Sur, que el Grupo de los 77 ha sabido manejar sin el radicalismo político de que hicieron gala los no alineados durante la Guerra Fría. Y si estos insisten en su nuevo papel económico con sus viejas tesis políticas, lo lógico es que Costa Rica siga absteniéndose de integrar sus cónclaves, como lo hizo en la época en que los no alineados paradójicamente se habían alineado con el totalitario Imperio Comunista.
Existiendo el Grupo de los 77, no hay excusa para haber pretendido que Costa Rica ingresara como miembro del movimiento no alineado. Las luchas por la justicia económica internacional se pueden dar mucho mejor con y desde el foro de los 77, sobre todo en este período en que el Grupo va a estar presidido por el embajador Fernando Berrocal.
La Cancillería cometió error en buscar el ingreso de nuestro país en el ahora vacuo movimiento de los no alineados. Y desde luego cometió un error mayor, al mendigar una membrecía en tan desprestigiado Grupo, ignorando la posibilidad de un muy previsible veto por parte de fanáticos del bloque árabe, que han ejercido y ejercen gran influencia en el Movimiento no Alineado, quienes era elemental prever que aprovecharon la oportunidad de la solicitud de ingreso de Costa Rica para castigarnos porque, en ejercicio de nuestra soberanía, y con el razonamiento lógico más elemental, escogimos mantener nuestra Embajada ante el Gobierno cordialmente amigo de Israel en el lugar donde debe estar, que es Jerusalén, la capital eterna del Estado israelita.
Sobre la impericia con que actuó la Cancillería en relación con los "no alineados", poco o nada puedo agregar a las enérgicas cuanto elocuentes censuras que expresó el editorial del diario La Nación publicado en su entrega del 21 de octubre de 1995.
Suscribo con dolor todas las críticas que el editorialista les hizo a los responsables del fiasco diplomático que sufrió personalmente don José María Figueres quien, como Presidente de la República, acudió mal aconsejado por su Cancillería a una reunión a la que, con la representación nacional que su cargo le otorga, nunca debió haber concurrido sin estar enteramente seguro de que el Estado costarricense habría de ser recibido con el respeto que en todo el mundo le ha hecho merecer su trayectoria democrática y pacífica.