Las mujeres son la mitad del cielo", es el poético eslogan maoísta que estos días sirve de marco a la V Conferencia Mundial de Mujeres auspiciada por las Naciones Unidas que paradójicamente se lleva a cabo en China, un país con graves problemas de derechos humanos. Nos preguntamos: Cómo puede una mujer ir a hablar de derechos humanos y, en particular de los derechos humanos del papel de la mujer en un país que tan escasamente se los ofrece a sus conciudadanas y en donde todavía el espectro de la matanza de Tiananmen está presente.
Las anteriores Cumbres de la Mujer fueron en 1945 en Nueva York; en 1975, en México; 1980 en Dinamarca y en 1985 en Nairobi. En todas las reuniones mencionadas se ha alzado la voz de la igualdad femenina, pero aún se está muy lejos del pregonado objetivo como lo demuestra el último informe de desarrollo humano recién publicado. Por ejemplo, se descubre que el 70 por ciento de las mujeres son pobres, y no el 50 por ciento como se había venido sosteniendo, que dos tercios de los 900 millones de analfabetos son mujeres, que sólo el 10 por ciento de los escaños parlamentarios son ocupados por las mujeres, que una mujer de cada seis es violada en su vida o un tercio del total alega haber sido objeto de malos tratos o abusos sexuales en su niñez o adolescencia.
Es importante recordar que pese a los tímidos avances en pos de la igualdad entre los sexos, todavía se vive en un mundo en que la mujer está marginada, es vapuleada e ignorada. La marginalización de la mujer es una constante histórica aún no superada. Es difícil poder dar una explicación de esa actitud, ya por ejemplo, en 1405 la francesa Christine Pizan se interrogaba: "Cuáles pueden ser las causas que impulsan a tantos hombres, clérigos o no, a hablar mal de las mujeres, a vituperar su conducta tanto de palabra como por escrito? (La ciudad de las damas). La respuesta a esta interrogante puede ser simple, nosotros los hombres somos y hemos fomentado históricamente una sociedad misógina. Aún en aquellos Estados que en el pasado fomentaron la igualdad de la mujer, lo hicieron de manera demagógica y con objetivos muy precisos, si no recordemos los tristemente célebres años del socialismo real o la misma Alemania Nazi en donde la mujer no sólo trabajaba el doble del hombre, sino que además debían parir como conejos para poder tener méritos. El mismo eslogan maoísta no fue otra cosa que una imagen poética e ideológica sin ningún contenido a favor de ellas. Por otra parte, la mayor parte de las religiones y las iglesias constituidas siguen viendo a la mujer como el pecado mismo. La misma Iglesia Católica no se encuentra libre de pecado y es la que con más saña ha perseguido y quemado mujeres, por ejemplo, el 80 por ciento de las personas quemadas por brujas, con el beneplácito de la Iglesia, lo fueron mujeres. Creemos que el primer tibio mea culpa contenido en el Documento Pontificio Mulieris Dignitaten no es suficiente para poner fin a tanto odio y misoginia que ha fomentado Roma en sus 20 siglos de existencia.
La mujer es la principal víctima de la violencia en el mundo, en Argelia en nombre de Alah, por ejemplo, los integristas musulmanes, en sólo este año, han matado y violado cerca de 300 mujeres; en la cruenta guerra de los Balcanes, se ha utilizado la violación y la maternidad forzada como armas sistemáticas de batalla, según revela el informe de la relatora especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer. Existen asimismo en muchos países y regiones, formas culturales como la mutilación vaginal, la prueba de virginidad, la quema de la viuda, el vendaje de los pies de las niñas, etc., que son otras terribles formas de violencia. Todo esto sin olvidar la violencia física, psicológica y simbólica que es objeto la mujer y la familia en general. Los mismos avances tecnológicos en la reproducción, si bien han dado mayor libertad a la mujer, también han ocasionado innumerables problemas de salud a los que la profesión médica no presta la debida atención. La mujer debe ser dueña de su propio cuerpo y de su propio destino.
El desarrollo de una sociedad no es posible llevarlo a cabo sin una integración plena de la mujer. Si bien es cierto que la raíz de la subordinación femenina se encuentra en las relaciones históricas de poder en el seno de la sociedad, es importante que los organismos estatales y las mismas instituciones de la sociedad civil asuman las responsabilidades de dicha subordinación y se busquen los mecanismos políticos para hacer efectiva la igualdad de la mujer. La igualdad de los hombres y las mujeres debe ser consagrada como un principio fundamental, como dice el Informe de Desarrollo Humano. Las barreras jurídicas, económicas, culturales, religiosas, políticas y de cualquier otra clase deben ser identificadas para permitir la plena incorporación de la mujer al desarrollo.
La desvalorización de la mujer debe ser delito, es además una forma de violencia que debe ser castigada, por favor no sigamos los trillados caminos aún imperantes de aquel monje medieval anónimo que definía a las mujeres como "desobedientes, habladoras, gritonas, mentirosas, enemigas de los hombres, envidiosas, frías, avaras, lujuriosas, brujas, orgullosas, crueles, holgazanas". (Les lamentations de Matheole). Esperamos por el bien de todos, de mujeres y de hombres, que en Pekín, se potencie una actitud creativa no sólo de la feminidad sino también de la masculinidad sin el uso de la fuerza y garantizando el pleno desarrollo de las posibilidades humanas y que este foro mundial no sea un espectáculo más del sistema internacional.