Hemos visto cómo el presidente utilizó su autoridad para articular y coordinar la acción institucional durante la emergencia por el huracán Otto. Se ha demostrado que las instituciones están preparadas y pueden articularse eficientemente cuando hay un mando central que goza de autoridad y capacidad. En el campo de la política social, la vicepresidenta Ana Helena Chacón y Mercedes Peñas, la esposa del presidente, se habían anticipado marcando la pauta de cómo poner a trabajar este descoordinado aparato, llamando a cuentas a los directores regionales.
No es más que la materialización del viejo adagio campesino “el ojo del amo engorda el caballo”, que va más allá de los controles burocráticos y administrativos, que sigue y orienta la gestión apoyándose en la gestión especializada sin invadir el campo técnico.
Felicito al presidente, Luis Guillermo Solís, por haber asumido el liderazgo y lo invito a seguir por este sendero porque ha mostrado ser eficiente supervisando lo sectorial y regional, demandando resultados a los ministros rectores, pero al mismo tiempo respaldándolos con su autoridad, en su relación con los sectores de transportes, de salud y otros que andan como “moro sin señor” manejados por los intereses corporativos y clientelistas.
Sin liderazgo. Los ministros definidos como rectores sectoriales no ejercen el liderazgo y la gestión en su campo como lo ordena la ley de planificación y el ordenamiento constitucional, como lo ha reiterado hasta el cansancio don Johnny Meoño.
No lo pueden hacer porque dentro de los juegos de poder de la corte, si no tienen el respaldo activo como ministros rectores, y no solo formal del presidente, sus acciones de ordenamiento les pueden costar el puesto.
En este sentido, el presidente puede y debe utilizar la autoridad que le otorga la Constitución y las leyes para respaldar y dinamizar los planes avalados por los ministros rectores, coordinando su cumplimiento, eso sí de cara a la población, la Defensoría de los Habitantes y autoridades locales.
De tal forma que se le dé cumplimiento operativo a los planes de trabajo sectoriales obligando a los ministerios e instituciones a coordinar contribuyendo a descentralizar la gestión pública.
La experiencia de la política social y de la emergencia nacional causada por el huracán Otto demuestran que la gestión pública puede salir del marasmo y producir resultados visibles si el timón se maneja con decisión y experticia.
Nuestro estado carece de mecanismos de coordinación y evaluación efectivos en el ámbito regional y sectorial. Cada institución actúa desde San José formalmente operando dentro del Plan Nacional de Desarrollo, pero sin instancias que tengan competencias reales de integración regional o local.
Todo se maneja verticalmente desde San José como mejor le parece a cada jerarca y la coordinación y cooperación interinstitucional se convierte en un formalismo inoperante.
Saludos a la bandera. De poco sirve la firma de convenios interinstitucionales, de decretos presidenciales declarando de interés público a programas y proyectos destacados. En la práctica se transforman en saludos a la bandera.
Mientras se carezca de instancias regionales de control eficiente, los funcionarios se parapetan en las esferas de confort, detrás de las normativas y procedimientos para no arriesgarse a sanciones.
Como cambiar y ajustar las estructuras formales puede llevar mucho tiempo, es preciso acogerse a las mejores prácticas derivadas de las experiencias recientes para darle rumbo y dinamismo a nuestro aparato público.
Sería muy interesante y aleccionador que con el respaldo y presencia del presidente, cada ministro rector, por ejemplo el de Transportes y Obras Públicas, den cuentas a los ciudadanos de las medidas que están tomando para que se realicen, por ejemplo, las obras que ya están financiadas hace muchos años o las propuestas operativas para resolver el tránsito vehicular.
Igualmente interesante sería escuchar al ministro de Salud, acompañado de los jerarcas de la CCSS, hablar sobre las medidas que se están tomando para reducir las colas en los servicios o para estabilizar el sistema de pensiones IVM del cual depende el futuro de los actuales cotizantes.
El pueblo costarricense ha hablado, señor presidente. Lo quiere a usted al timón de la gestión pública, no como administrador de una estructura obsoleta e ineficiente.
El autor es sociólogo.