He defendido la actividad que realiza Riteve de control sobre el estado de los automotores en nuestro país, con reglas claras, uniformes, objetivas, aplicables a los vehículos que se encuentren en las mismas circunstancias.
Sin embargo, esta objetividad se quiebra si el defecto que se detecta se le atribuye al automotor, cuando podría encontrarse en el conductor, en este caso en la chofer y, específicamente, en su “mala pata”. Es decir, cuando no existe falla alguna, sino más bien un parámetro inadecuado de medición.
El 24 de octubre, en Riteve de Alajuelita, conduje mi vehículo para su revisión técnica. De previo, como en años anteriores, el automotor había sido ajustado por un taller de servicios en los aspectos requeridos para su buen funcionamiento. Con esta seguridad, me sometí a los desagradables meneones que conlleva la prueba, en la que resultaría aconsejable no comer nada previamente y no ponerse rímel, para evitar que se corra.
Como ustedes adivinan, no pasé la revisión, pero no por efecto de los movimientos intestinales, sino por falta grave: el frenado del automotor. En consecuencia, debía corregir el sistema de frenos y, de nuevo, someterlo a control dentro de un mes.
Sorprendida por ese resultado, que consideré erróneo, y aún más por la incongruencia de que ante “un comprobado mal estado de los frenos” se pudiera seguir conduciendo el vehículo (lo que implicaría un grave peligro para todos, y una presunta culpa en mi contra en cualquier accidente), de inmediato me dirigí al taller de servicios, donde nuevamente examinaron los frenos y determinaron su perfecto estado y funcionamiento, tal y como previamente me lo habían asegurado. Además, a fin de demostrarlo, gentilmente, y sin ningún costo, uno de los empleados me acompañaría al día siguiente a Riteve para realizar de nuevo la prueba.
Otro resultado. Lo del acompañamiento me hizo recordar la situación legal discriminatoria que sufren muchas mujeres, en otras regiones no tan remotas, quienes requieren de la compañía de algún varón de la familia para realizar algunas actividades. También vino a mi mente la circunstancia de no haber observado mujeres conductoras el día de la revisión y que algunas féminas que conozco prefieren encargar esa actividad a algún varón. Claro que esta actitud de las mujeres costarricenses puede obedecer a las preferencias asociadas al género en cuanto a algunas actividades, y no necesariamente a discriminación, a menos que las mujeres tengamos que recurrir a los varones para garantizarnos el éxito en la revisión vehicular, como sucede en el caso que me ocupa.
Evidentemente, constituye una verdadera discriminación fáctica, en perjuicio de la mujer (o de las personas con menos fuerza física), cuando se reprueba la revisión vehicular por defecto en el frenado del automotor, por la simple circunstancia de no apretar el freno tan fuerte como lo habría hecho Schwarzenegger en sus mejores tiempos, o sea, por no “meter la pata hasta el fondo”.
Como habrán de nuevo adivinado, en la segunda revisión pasamos el examen, o mejor dicho, el nuevo conductor, varón, pasó la prueba, y no era para menos, pues metió el freno con toda su fuerza, apuntalándose contra el respaldar del asiento y casi poniéndose de pie, de manera que todo su cuerpo contribuyera en el esfuerzo requerido para tan magna prueba. Ante tal “frenado” no me quedó duda de que el realizado por mí no había sido más que un despreciable esbozo.
En conclusión: los frenos de mi vehículo se encontraban en perfecto funcionamiento en las dos ocasiones en que se sometieron a la prueba en Riteve. Si partimos de que son máquinas las que determinan la perfección o defecto del frenado, y que el resultado no se altera por el conocimiento que tiene el operador sobre el sexo del conductor, tendremos que concluir que la diferencia estriba en la realización misma del frenado por parte del conductor o conductora, y, por ende, que la prueba no sirve para determinar el estado del sistema de frenos del vehículo, sino la fuerza con la que puede, quiere o sabe frenar la persona que lo conduce. Por tanto, la forma de corroborar el buen funcionamiento de los frenos no es idóneo y perjudica a quienes tenemos una menor fuerza física.