Los impuestos operan como las plumas de ganso que se utilizan como fino relleno en almohadas y edredones, entre otros. Si se sacan con cuidado y mesura, pueden ser una fuente de bienestar; pero si se abusa, matan al pobre ganso, y nos quedamos sin él y sin sus plumas.
Los esquemas tributarios pueden agruparse en las siguientes categorías:
A) Los de altas tasas impositivas, alambicados y que cuentan con una eficaz autoridad recaudadora, que hace cumplir lo dispuesto por la ley.
B) Los de altas tasas impositivas, alambicados y que por pereza, o lo que sea, las autoridades no hacen cumplir.
C) Los de bajas tasas, amplia base, sencillos, que invitan a los contribuyentes a, voluntariamente, cumplir sus obligaciones tributarias.
Por el lado del gasto público, hay dos posibilidades: (1) gobiernos que despilfarran o hacen ineficaz e inequitativo uso de los recursos que extraen de sus representados (por ej., platinas y trochas; sueldos, pluses y pensiones de lujo); (2) gobiernos que hacen apropiado y honesto uso de los fondos recaudados.
La combinación de una y otra característica da seis posibilidades. El orden de bondad social de esas combinaciones es de último a primero. Veamos.
Un sistema como el a.1 es el peor, pues las altas tasas terminan ahogando a la economía y la supuesta obra del Estado se pierde en despropósitos. El ganso muere desplumado y, además, las plumas que le quitaron se dejan perder. En este entorno, la evasión se torna casi obligatoria.
Un mejor sistema, claramente, es el b.2, el cual, dicen, es el caso de Italia. En efecto, en este por lo menos la economía tiene algún estímulo para producir y la gente tiene ingresos y bienestar.
De las seis, la mejor combinación, por mucho, es la c.2, pues no altera los estímulos a producir y el Estado entrega la obra –bienes y servicios– para lo cual fue creada. Cualesquiera otras combinaciones incorporan algún tipo de aberración. Por ej., la b.2 deja en desventaja a los rectos respecto a los mañosos.
Reforma fiscal. Hoy, Costa Rica enfrenta una situación de alto déficit fiscal, que es menester corregir con eficacia. Como los impuestos una vez aprobados se quedan (casi) para siempre, no conviene aumentarlos sin antes tomar acción creíble, sostenible en el tiempo, por el lado del gasto público.
Así, lo primero que debe hacerse es buscar una acción del tipo 2 y dejarla escrita en piedra. Después, si eso fuera insuficiente, asegurar que por el lado de los ingresos nos acercamos a una del tipo c.
Con una y otra acción, lograríamos la reforma fiscal que el país necesita, la cual –como se ve– es mucho más que un nuevo paquete tributario.
Por dicha, aparentemente, así piensa la mayoría de los diputados de la actual Asamblea Legislativa.
El autor es economista.